sábado, mayo 18, 2024
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Aléjate de todo lo que te aleje de ti

Para ser felices tenemos que saber ignorar a muchas personas. Tenemos que aprender a vivir y a desatender aquellas actos, palabras o sentimientos que pretendan o consigan anularnos.

Sencillamente hay personas que resultan conflictivas y que nos atormentan con sus quejas, con sus juicios y con sus dramas. Esto puede resultar agobiante, abrumador y altamente tóxico, pues condiciona nuestro bienestar a la incertidumbre de sus actuaciones.

Por eso tenemos que dejar de alimentar aquellos intercambios que nos chupan la energía y nublan nuestra realidad. Así que lo primero que hay que aprender es a ignorar a cierta gente en aquellos momentos en los que nos estén haciendo daño.

Aléjate de todo lo que te aleje de ti
Aléjate de lo que te haga daño, de lo que oscurezca tu vida, de lo que se convierta en siniestro. Aléjate de las personas tóxicas porque tu salud lo agradecerá. No permitas que se desmorone tu mundo.

La balanza emocional debe inclinarse por el lado de tu bienestar y, aunque el sufrimiento es inevitable y debemos aceptarlo, es imprescindible que lo sepamos manejar a voluntad. O sea, que a los demonios a veces hay que abrazarlos para lograr verlos como “menos malos”.

No te olvides de que de vez en cuando tenemos que descargarnos. La mente, como el cuerpo, debe desintoxicarse de radicales libres, de emociones negativas, de pasados conflictivos, de personas que la desestabilizan.

Dejar ir el sufrimiento
Decirle adiós al sufrimiento puede que sea una tarea complicada pero a veces es importante parar y restablecer nuestras prioridades. Por eso debemos plantearnos escapar de las emociones dolorosas, aquellas que no son sanas y que nos atormentan, que nos impiden evolucionar.

Como en su día dijo Epícteto, “lo que nos perturba no son los hechos, sino lo que pensamos sobre ellos”.

Siempre habrá algo que nos haga daño.

Es imposible lograr una vida sin emociones tóxicas ni personas que “nos la amarguen”. Asimismo es imposible vivir sin algo que nos produzca placer o gratificación. Por eso debemos de ser justos pensadores y agradecer al “sufrimiento” todo aquello que nos aporta.

Dicho de otra manera… ¿Quién no ha pensado alguna vez que aquella puñalada por la espalda que recibió no le sirvió para madurar? ¿Quién no se ha percatado de que si hoy es fuerte es porque ayer fue débil?

Para todo en la vida hay una contrapartida. No podríamos sentirnos alegres si un día algo no nos puso tristes. Sin embargo, aunque este razonamiento es bastante siempre nos cuesta aceptarlo en la práctica.

La vida a veces duele, a veces cansa, a veces hiere. Esta no es perfecta, no es coherente, no es fácil, no es eterna, pero a pesar de todo LA VIDA ES BELLA.

Así que al final acabamos siendo nosotros los que alimentamos y autogeneramos nuestro sufrimiento. Esto funciona con el efecto bola de nieve. Algo nos hace daño, intentamos evitarlo, nos hacemos más daño, permitimos que se acumule, sufrimos por no lograr deshacernos del dolor y, como resultado, obtenemos una gran bola de nieve de aquello que comenzó siendo un solo copo de agua helada.

Ahora bien, con esa bola de nieve tenemos la posibilidad de hacer un bonito muñeco o de dejar que nos aplaste. Como vemos, de nuevo se trata de opciones, de caminos, de bifurcaciones.

Si simplificamos así cada situación de nuestra vida obtendremos una llave maestra que abrirá todas aquellas fuerzas que nos permitan avanzar. Básicamente se trata de plantearse dos opciones: aceptar el camino o rechazarlo y sufrir por intentar evitarlo.

Si aceptamos, crecemos. Si rechazamos viviremos siempre sometidos al yugo de la evitación. Si nos resistimos a aceptar el sufrimiento y los daños como parte inherente a la vida, solo lograremos apelotonar la angustia.

Si por el contrario lo aceptamos como natural nos libraremos de la angustia, lo que nos permitirá sobrellevar nuestra vida sin la gran carga del juego intenso y constante del escondite.

En definitiva, que no podemos pelear contra nosotros mismos porque, si lo hacemos, seremos ganador y perdedor. Y morir para vivir no compensa.

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