lunes, noviembre 25, 2024
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¿Controlas tu mente o tu mente te controla a ti?

¿Alguna vez has sentido la necesidad de “apagar” el constante flujo de pensamientos que te invade? ¿Eres consciente del impacto que tiene tu forma de pensar sobre tu manera de ser?
Hablando en términos científicos, la mente se define como el conjunto de procesos que realizan las células cerebrales (neuronas), que se manifiestan en forma de pensamientos. Sin embargo, su funcionamiento sigue siendo una incógnita para la mayoría de seres humanos, al igual que su potencial. Y es que la mente puede manipularnos, esclavizarnos o por el contrario, liberarnos.

De ahí que comprender cómo funcionan y de qué manera se pueden regular los pensamientos sea fundamental para crear un estado mental equilibrado, sereno y positivo, lo que nos permitirá afrontar de forma más efectiva los retos y dificultades que surgen en nuestro día a día.

Entre los expertos dedicados a trabajar sobre el ‘arte de pensar’ destaca el reconocido coach ejecutivo, Enrique Simó (Algeciras, 1959), especializado en autoliderazgo basado en la inteligencia emocional.

¿Cómo funciona el pensamiento?

La base de nuestras palabras, actitudes y acciones está en el pensamiento. Y como una semilla, cada uno produce su propia flor y da su propio fruto. Los pensamientos pueden ser constructivos o destructivos, positivos o negativos, amorosos o rencorosos. Con el pensamiento generas una serie de emociones que fisiológicamente crean una experiencia en tu interior. Por lo tanto, aquello que pensamos y, sobretodo, cómo pensamos, determina aquello que vivimos. De ahí que la pregunta clave sea: ¿controlas tu mente o tu mente te controla a ti?

Ponme un ejemplo…
Imagina a una persona que no está a gusto en su entorno de trabajo. No disfruta con lo que hace y siente la necesidad de dar un giro a su orientación profesional. Esta persona puede enfocar su situación de dos maneras muy distintas. Si piensa constantemente en lo mucho que le infravaloran, critica en su fuero interno a sus compañeros de trabajo y ya no digamos a su jefe, cada día se va desmotivando más y sintiéndose peor en su lugar de trabajo. Le cambia el humor y se desentiende de todo y todos, hasta que finalmente, por extenuación, dimite. Eso sí, sigue pensando que la empresa es responsable de su situación y su malestar.

¿De qué otra manera podría enfocarlo?
Por el contrario, esta persona puede pensar que ése lugar de trabajo no le aporta suficiente, pero valora todo lo que ha aprendido en el tiempo que lleva allí. En vez de martirizarse con críticas inútiles, se dedica a pensar en qué opciones tiene para cambiar de entorno laboral y en qué le gustaría hacer para cambiar su orientación profesional, buscando otras ofertas o formación. Finalmente, dimite y se va a crecer a otro lugar. En su experiencia no cabe el rencor o el malestar, pues la decisión de entrar en esa empresa y salir de ella han sido solamente suyas, y asume esta responsabilidad.
Así, su modo de pensar determina cómo vive su proceso de cambio profesional. Este simple ejemplo es extrapolable a todos los ámbitos de nuestra vida.


¿Por qué tendemos a pensar en negativo?
Por nuestra estructura mental, nuestras creencias y la escala de valores del sistema en el que vivimos. Caer y regodearse en lo negativo es siempre más fácil. Es un acto inconsciente y no requiere esfuerzo. Hemos creado una forma de vida que prioriza la evasión y el beneficio material ante todo. Con tanta sobreexposición a los estímulos que nos rodean, nuestras mentes están saturadas y nos dejamos invadir por creencias que nos limitan.

Tal como dijo Ghandi, “es más fácil responder a la violencia con más violencia; lo que es verdaderamente difícil es responder a la violencia manteniendo la calma”. Pero potenciar lo positivo, aunque puede que cueste más esfuerzo, es más beneficioso para nuestra salud emocional.

¿Se pueden controlar estos pensamientos negativos?
Sin duda alguna, pero hay que potenciar la “gimnasia mental”, tener voluntad y mucha determinación. Nuestras mentes están débiles, abotargadas, en desuso. Hemos mecanizado tanto nuestras respuestas que apenas dejamos espacio entre el estímulo y nuestra reacción. Por ejemplo, si vas en coche y otro conductor te corta el paso, generalmente sueltas algún improperio acompañado de un sonoro bocinazo. No te planteas que el otro conductor quizás no lo ha hecho adrede, simplemente se ha despistado, algo que mañana te puede suceder a ti. Por supuesto, crear este espacio de consciencia requiere compromiso y entrenamiento. 

¿Cómo podemos cambiar nuestra manera de pensar?

Observando y trabajando nuestro interior. Es importante que nos dediquemos un rato cada día a nosotros mismos. Aprender a controlar la respiración es un buen comienzo, además de profundizar en las técnicas de relajación, la visualización y, sobretodo, la meditación. 

¿Podrías proponernos un ejercicio práctico? 
Un buen ejercicio es parar, conectarse con la respiración y observar con atención nuestros pensamientos, aceptándolos y dejando que poco a poco la mente se vaya serenando. De este modo iremos creando un espacio de silencio en nuestra mente. En este punto, podemos “jugar” a recordar un momento feliz de nuestra vida, visualizándolo como si lo estuviéramos viviendo de nuevo, y poco a poco recrearemos la experiencia que tuvimos. Sentiremos los efectos del pensamiento imponerse en nuestro cuerpo: probablemente no podamos evitar sonreír, y físicamente nos relajaremos. 

Así, aprender a controlar nuestros pensamientos puede cambiar nuestra manera de entender y vivir la vida… 

Por supuesto. En la medida que nos demos el espacio necesario entre el estímulo externo y nuestra reacción, y reprogramemos nuestra mente a través del pensamiento consciente, cambiaremos la percepción que tenemos de nuestro entorno. Conectándonos a nosotros mismos y al momento presente podremos ser más capaces de “plantar” semillas de pensamientos positivos a través de los que podremos convertirnos en co-creadores de nuestras experiencias y, por ende, de nuestra realidad. 

¿Y cómo podemos dirigir conscientemente los pensamientos?
Para poder cambiar los pensamientos primero hemos de ser conscientes de qué es lo que ocurre en nuestra mente. Para ello necesitamos centrarnos, ser conscientes de nosotros mismos y de lo que nos rodea, observar y decidir en qué dirección queremos dirigir los pensamientos. Los seres humanos no tenemos límites, sólo los que nos imponen nuestros propios pensamientos. Y mediante el entrenamiento adecuado, podemos utilizarlos y dirigirlos conscientemente, escogiendo qué y cómo queremos pensar. Así es como podemos conseguir la maestría en el arte de mantener la mente en equilibrio y lograr un bienestar verdadero y sostenible.

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