A partir de la pandemia hemos observado un cambio en los motivos de consulta. Se ha notado que los niños se aíslan, ‘se cortan’, no están logrando gestionar de manera adecuada sus emociones, tienen una falta de integración social y pasan mucho tiempo en su recámara o jugando con dispositivos electrónicos.
El aislamiento social y la falta de actividades físicas y sociales pueden llevar a los niños a tener problemas para gestionar sus emociones y aislarse aún más. Además, la falta de supervisión de los padres y madres puede exponerlos a contenidos inapropiados o a contactar con personas desconocidas.
La exposición prolongada a las pantallas también puede afectar negativamente el desarrollo cognitivo y emocional de los niños, ya que interfiere con su capacidad para procesar la información, expresar emociones y establecer relaciones sociales significativas.
A partir de 2004 hubo un cambio drástico en las forma de socializar de los infantes, pues mientras antes se jugaba en las calles y parques, actualmente los niños juegan encerrados en sus casas y de manera individual o remota.
Algunos padres y madres de familia intentan una mayor socialización y los inscriben en actividades extraescolares, como algún deporte o taller artístico, pero esas son actividades estructuradas, muy distintas a salir libremente a jugar a la calle con otros niños.
Por lo tanto, es importante que los padres y madres tomen medidas para limitar el tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas y fomenten actividades que impliquen interacción social y física, como el juego al aire libre, el deporte o talleres artísticos. Además, deben supervisar el contenido que consumen sus hijos y establecer límites claros sobre el uso de dispositivos electrónicos.
Consecuencias
- Efectos en el desarrollo cerebral
El cerebro es un órgano inmaduro en el momento de nacer y que experimenta grandes cambios en los primeros seis años de vida.
Las experiencias de estos primeros años, en especial las relaciones entre los niños y su familia u otros cuidadores, en un ambiente enriquecedor y de aprendizaje, son de vital importancia para el desarrollo cerebral.
El uso de dispositivos electrónico (móviles, tablets, etc…) disminuye el tiempo de estas experiencias con las personas referentes. Algunos estudios han encontrado que el uso abusivo (>=7h/día) está relacionado con un menos grado de aprendizaje con efectos negativos en la adquisición y expresión del lenguaje y en la capacidad de comprensión lectora. - Efectos en la salud y desarrollo físicos
La utilización de pantallas en la primera infancia favorece un estilo de vida sedentario y una
alimentación menos saludable. Su uso se relaciona con sobrepeso y obesidad, mayor riesgo
cardiovascular y problemas musculo esqueléticos. El abuso de pantallas también se asocia con la cefalea y los trastornos del sueño (resistencia a la hora de acostarse, dificultad en la conciliación del sueño, ansiedad en relación con el sueño y disminución de las horas totales de descanso).
Además, la exposición a pantallas es un factor de riesgo para el desarrollo de trastornos visuales. - Efectos en la salud emocional
una relación positiva entre el niño y los cuidadores principales que facilite un entorno seguro que fomente la curiosidad, la exploración y la experimentación es imprescindible para un desarrollo emocional sano.
La utilización de pantallas por parte del adulto en la relación con el niño interfiere en ese vínculo que ha de producirse y también interfiere en los procesos de maduración del niño.
La interacción a través de pantallas es impersonal y dificulta un intercambio comunicativo. El niño, a través de un móvil o cualquier otra pantalla, no recibe las palabras, la mirada, la voz ni los gestos que necesita.
Como resultado aparecen dificultades en la regulación emocional, aumento de la respuesta de estrés, más problemas de conducta, aumento del riesgo de TDAH y aumento del aislamiento social, así como comportamientos antisociales y sintomatología depresiva en edades más avanzadas. Además, es importante tener en cuenta los problemas de salud mental asociados a la visualización de contenido violento o ciberacoso.
La mejor recomendación es pues que los niños hasta los 24 meses no estén expuestos a ningún tipo de pantalla, y desde los 2 y 5 años, el tiempo máximo debe ser de 1 hora, y se debe procurar que sea un contenido de calidad y educativo. Para niños mayores y hasta los 12 años, lo mejor es estar un máximo de hora y media al día con pantallas con un uso supervisado.