Antes de ver la primera escena de Matilda de Roald Dahl, el musical que Netflix eligió como estreno navideño, muchos ya tendrán sus ideas preconcebidas sobre la película. Y es probable que esos prejuicios no redunden en beneficio de la nueva película.
Es que para muchos espectadores, la versión cinematográfica definitiva de la novela de Dahl publicada en 1988 será siempre la película de 1996 dirigida por Danny Devito y protagonizada por Mara Wilson, como la niña precoz y mágica del título.
Para otra parte del público, siempre que se anuncia que un musical de éxito será adaptado a la pantalla, la primera reacción suele ser de desconfianza si les encantó la obra y de horror si no les interesa el género.
Con todas esas variables en contra, el hecho de que la nueva película sea una fábula divertida, emocionante y fantástica sobre los rigores y las glorias de la infancia
Es una venganza casi tan dulce como la protagonizada por la protagonista contra las injusticias que sufre a manos de sus malvados padres y de la directora Tronchatoro, un papel complicado en toda su maldad.
Así, la historia de la extraordinaria Matilda, los padres excesivamente narcisistas y egoístas que apenas recuerdan que ella existe, su rebeldía, el encuentro con la dulce Miss Honey y su enfrentamiento con la cruel Tronchatoro comienza desde el principio: en la maternidad donde nace la protagonista.
Esa primera escena, que además es un poderoso número musical, fascina por sus colores saturados, una coreografía que transmite una energía que traspasa la pantalla y una canción que extiende la invitación al mundo de Matilda.
Por supuesto, todo el trabajo del director y los guionistas se sustenta y eleva gracias al elenco, compuesto en su mayoría por niños actores, que rebosan talento y carisma, comenzando por la pequeña Alisha Weir, la encargada de interpretar a Matilda.
Desde el momento en que aparece en la pantalla, Weir se presenta como la representación perfecta del personaje literario.