martes, noviembre 26, 2024
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Cómo ser una persona agradable: por qué unos caen bien a primera vista y otros no

Algunas personas parecen tener un talento innato para gustar y agradar. Otras, sin embargo, necesitan más esfuerzo para provocar una buena sensación en los demás. Estas son las claves para enriquecer el magnetismo personal.

A menudo relacionamos el éxito o incluso el atractivo de una persona con una imagen de fortaleza, seguridad, entereza o incluso rigidez pero lo cierto es que las bases del magnetismo personal se asientan sobre otros valores más cercanos a la flexibilidad, según describe en su libro ‘Los 88 peldaños de la gente feliz’ el conferenciante y experto en desarrollo personal Anxo Pérez.

El autor confiesa que él mismo sostuvo durante años una idea equivocada sobre las personas que resultan atrayentes y que fue el estudio del comportamiento y su propia experiencia lo que le llevó a modificarla. De hecho revela que, en su opinión, la frase que, según asegura, ejemplifica mejor este concepto es: «Del viento aprendí que los árboles más rígidos son los más débiles».

Algunas personas parecen tener un talento natural para resultar atractivas que no siempre tiene que ver con su aspecto físico. Esa habilidad innata puede hacer que solo con su presencia sean capaces de captar miradas y ser objeto de comentarios allá donde vayan. Pero esto suele darse en contadas ocasiones. Por eso lo que propone Anxo Pérez es identificar cuáles son las claves que aumentan el magnetismo de una persona con objeto de ponerlas en valor, aprender de ellas y, por qué no, trabajar para enriquecer nuestro magnetismo.

Conceden el beneficio de la duda
¿Cuántas veces has criticado a un compañero, un proveedor o incluso un jefe por hacer algo (o dejar de hacerlo) sin preocuparte por los motivos que le han llevado a ello? El experto en desarrollo personal asegura que lo que hacen las personas magnéticas es convertir las acusaciones, los enfados y las broncas en preguntas. De hecho, tal como propone Anxo Pérez este tipo de personas, en lugar de cuestionar, acusar o culpar plantean una duda usando frases mágicas como «no sé si ha habido un error» para referirse a eso que les ha molestado.

Usan un lenguaje conciliador
No solo es importante conceder el beneficio de la duda, sino que también hay que revisar si a menudo hacemos juicios de valor sobre cosas y personas. Esos reproches sutiles, que pueden resultar tan tentadores, y esa manía deT cuestionar constantemente lo que hacen o dicen los demás no solo son actitudes agotadoras sino que son capaces de echar por tierra nuestro magnetismo personal. «¿Qué tal si incluyes en tu vocabulario frases como: ‘Seguro que no me he explicado bien’, ‘No se ha hecho lo que yo pedí’, ‘Quizá debí haberlo pedido de otra manera, ‘Te llamé el otro día, pero estarías ocupadísima’, ‘Seguro que había mucho tráfico y no has podido llegar antes…’, propone.

Destierran el sarcasmo
Aquí no importa ni la intención (tus comentarios pueden ir cargados de amargura, de enfado, de queja o de crítica) ni la posible justificación por el comportamiento de los demás. Tal como explica Anxo Pérez los comentarios sarcásticos se sitúan al mismo nivel que la ironía o la crueldad en lo que al magnetismo se refiere: su valor es cero. El sarcasmo nunca aumenta el magnetismo. Por eso el experto invita a reconvertir esas ganas de ser sarcástico de modo que procuremos conectar con el otro y no agredirle: «Mi abuela solía decir: ‘Si vas a bromear sobre mí y tan incierto es decir que soy la mujer más fea de la tierra como la señora más bella del mundo, elige lo segundo’. Si es una broma, al menos que siente bien y no mal». Las personas magnéticas priman los piropos sinceros, y aprenden a decirlos a la cara, con valentía.

No hacen al otro que se sienta menos
Una persona que hace ver a los otros que tiene una posición social y económica superior a la real o incluso superior a la del resto no solo quita atractivo sino que contribuye a empobrecer la imagen de esa persona. Según alerta Pérez, es un comportamiento habitual entre los megalómanos creer que esa forma de actuar les aporta carisma, pero en realidad sucede lo contrario: intentar hacer más pequeños a los otros te quita valor.

Evitan generalizar y sentenciar
Pronunciar sentencias con vocación universal puede ayudar a ensanchar el ego, pero no alimenta el magnetismo, especialmente si dichas sentencias serían más acertadas si se refiriesen más a un momento puntual o a un contexto concreto. Tal como aclara el autor lo ideal es, antes de hacer este tipo de afirmaciones, que esa persona se pare a pensar si aquello que está diciendo con una vehemencia exacerbada es una preferencia personal o realmente puede tener vocación universal. Una fórmula sencilla para dar un carácter particular a una opinión es comenzar la frase con la expresión «En mi experiencia…». Así, no es lo mismo decir: «Todo el mundo debería ser sociable» que «en mi experiencia es positivo hablar con la gente y aprender de ellos».

Se expresan sin cargarse de razón
Si al expresar una opinión usas frases categóricas reducirás tu magnetismo. El experto nos invita a entenderlo con la diferencia entre estas frases: «Siempre que robes, deberías ir a la cárcel» no es lo mismo que «Yo considero que, en algunos casos, si robas deberías ir a la cárcel». En la última eliminaremos el juicio de valor y mostraremos que nuestra opinión tiene la misma validez que cualquier otra.

Se bajan del juego ‘o todo o nada’
Las palabras absolutas (como ‘siempre’, ‘nunca’, ‘todo’ o ‘nada’, las sentencias rígidas y las frases tajantes no hacen más fuerte, ni tampoco más atractiva a una persona, según asegura Pérez. El auténtico magnetismo, tal como apunta en su libro, reside en la humildad y en la flexibilidad. Así, las expresiones que tendrían que figurar en nuestro vocabulario en el día a día son «tal vez», «quizá», «probablemente», «podría ser» o incluso «algunas personas opinan que…». El hecho de evitar las palabras absolutas o rígidas puede ayudarnos a mejorar las relaciones personales y laborales, pero también a mejorar nuestro equilibrio interior.

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