A las 5 de la mañana se despierta Yolanda. Un par de horas más tarde inicia su jornada para llenar barriguitas y alegrar corazones: Monta las ollas en la cocina eléctrica, pica los aliños, y así le va poniendo sazón a la vida de 56 niños que viven en zonas populosas del sur de Valencia.
«Señora Yolanda nos podemos quedar un ratico más?», le pregunta una niña que, a diario acude al comedor, tal vez en un intento de escapar de su hogar difuncional y encontrar tranquilidad y amor en los brazos de Yolanda. La mayoría de los pequeños comensales que van a la casa, vienen de familias poco favorecidas y a sus cortas edades han tenido que enfrentar el dolor de perder a un ser querido a causa de homicidios y suicidios, y ahí está Yolanda en otro rol: psicólogo.
Hace más de dos años un grupo de líderes del sur de la ciudad tenían un proyecto de hacer un comedor para beneficiar a los niños de varias comunidades. El 23 de abril de 2018 se materializó el deseo y las puertas del comedor de Alimenta La Solidaridad, sede Miguel Peña, en Trapichito, fueron abiertas en una pequeña casa para ofrecer una taza de comida a niños en situación vulnerable, aunque esa palabra no cabe en el vocabulario de Yolanda, prefiere llamarlos «niños con falta de amor».
Al hablar de los niños y la difícil situación a la que se deben enfrentar tan pequeños, Yolanda se conmueve. Su voz se quebranta al nombrar a Kenyira, una adolescente de 14 años que apenas pesa 27 kilos. Tiene problemas de crecimiento debido a la mala alimentación. Tampoco caminaba. Su extrema delgadez la llevó a ingresar al programa del comedor desde hace 15 días. Ya se siente mejor y sale sola, dice Yolanda con cara de alegría, y es que sus manos y las de Omaira, Luz Marina, Olga, Claudia, Maide y Soledad, el resto de las cocineras, no solo llenan una barriga sino que han salvado una vida.
La coordinadora del comedor es Yolanda. Como responsable planifica todas las actividades que se realizan para recrear a los niños. También encabeza la oración cuando todos se sientan en la mesa. No percibe ningún sueldo por su labor. La más grande recompensa es ver progresar a los chiquitos de la comunidad, como Mía, que a sus tres años de edad no caminaba debido a una desnutrición que la afectaba, pues no era fácil para su madre tener que darle de comer a ella y a sus otros siete hijos. Yolanda la entiende muy bien, ella también crió sola a sus hijos: Claudia, quien ayuda en el comedor, y César, su primogénito y líder social en Miguel Peña, cuya condición especial no le impide recorrer las calles en la silla de ruedas en la que la delincuencia lo dejó hace siete años cuando intentaron robarle una motocicleta en Trapichito, donde viven.
La labor de Yolanda es de corazón. Desde la mañana está en el comedor, carga agua en pipotes en un llenadero a unas cuadras, para preparar la comida, que a veces les toca cocinar a leña, y en las tardes regresa para hacerla de maestra. Han recibido donación de libros, que tienen en un estante, y usa para darle tareas dirigidas a los niños entre primer y sexto grado. Es que la educación es una herramienta importante que Yolanda les quiere inculcar para que le día de mañana mejore su condición y las de sus familias. También les enseña valores.
En la puerta del comedor estaba Yolanda la tarde de este viernes. «Señora Yolanda, cuándo me hace la limpieza de cutis», le dice un jovencito que llegó a saludarla. Y es que -además- asume de cosmetóloga. También de panadera, junto a su sobrina y otras cocineras, la semana pasada les hicieron a los niños pizza con un horno que les regalaron y harina que les donaron. «Aquellos niños estaban felices comiendo pizza. Les preguntábamos: saben que están comiendo? – Pizzaaaaaaaa», cuanta la mujer, que ha pagado el precio por ayudar al prójimo y se ha ganado un par de enemigos.
Mamá, abuela, bisabuela, cocinera, líder social, maestra, psicólogo, cosmetólogo, panadera, son los títulos que la vida le ha dado a Yolanda. Ella es, sin duda, una #MarzoDeMujerCactus24 que transforma, una mujer de las que necesita Venezuela.
Cactus24 (09-03-2020)