Las personas que tienen problemas psicológicos, en muchas ocasiones, no son conscientes de ello. Por tanto, resulta importante estar atentos a las siguientes señales.
En realidad no se puede hablar de una mente “normal” y otra “anormal”. Si te fijas, lo que en un tiempo y en un lugar es “normal” en otra época y otro sitio puede ser considerado patológico. La mente y el comportamiento humano tienen manifestaciones muy variadas, y no porque se salgan de lo común quiere decir que estemos ante alguna suerte de problema.
Pese a lo anterior, también es bueno recordar que la mente sí puede presentar problemas y/o enfermar. Por ejemplo, esto sucede cuando alguien desarrolla ideas o conductas que hacen daño sistemáticamente a sí mismo o a otros, o cuando hay una dificultad severa para distinguir los hechos de las fantasías.
La gran dificultad reside en que la persona que tiene problemas psicológicos, en muchas ocasiones, no es consciente de ello. Por lo general se da una relación enfrentada: cuanto más graves son los problemas, menos consciente es de ellos. Se debe a que la dificultad se origina en la mente y es esa misma mente la que realiza la evaluación.
De ahí que resulte importante estar atentos a los síntomas. Estos se definen como rasgos, señales o características de la conducta. No son concluyentes, pero pueden sugerir la existencia de alguna dificultad en la mente. Enseguida te mostramos 7 de ellos:
La percepción y los problemas en la mente
La percepción es la capacidad de captar el mundo con los sentidos. Oído, vista, tacto, gusto y olfato. Lo adecuado es que percibas el color, el olor, la forma, etc., tal y como son.
Vale, sí de acuerdo, con un margen, nuestro sistema perceptivo es especialista en jugarnos “malas pasadas” y no por ello en nuestra mente hay un problema serio. Para determinar si lo es o no lo es, una pista reside en evaluar si estas “malas pasadas” condicionan nuestra vida: en qué grado y si son o no la causa de un malestar.
En ocasiones nuestra mente percibe algo que realmente no está ahí. Vemos, o escuchamos, o sentimos algo inexistente. Se experimenta de forma muy real, aunque no lo sea. Es usual que todos alguna vez tengamos una experiencia alucinatoria.
Es común, por ejemplo, cuando nos quedamos solos o estamos en una casa antigua: en estas situaciones nuestra mente amplifica la intensidad de cualquier tipo de estímulo. Piensa que el problema aparece cuando esto se convierte en constante y el malestar que produce trasciende lo anecdótico.
La organización del pensamiento
Es comprensible que todos tengamos momentos o etapas de dispersión. Vamos de un tema a otro, o de una actividad a otra, sin mucho orden. El estrés hace que el caos todavía lo parezca más. Por lo general, la consecuencia es “solamente” más estrés.
El problema aparece cuando esa dispersión se convierte en incoherencia y se mantiene de manera casi constante. Tal incoherencia se refiere a una cierta incapacidad para mantener el hilo de un pensamiento o una conversación. Se salta de una idea a otra, sin nexo aparente entre una y otra.
El contenido del pensamiento
El contenido del pensamiento denota una mente afectada cuando tiene ciertos rasgos. El más notorio de ellos es la fijación. Las creencias inflexibles e intensas son por sí mismas un problema. Pero cuando además están alejadas de la realidad, pueden ser la fuente de una gran angustia.
Una cosa es que alguien tenga una convicción absurda, pero logre sortearla. Esto quiere decir que no le provoca un malestar ni intenso ni continuo ni frecuente. En ese caso, podríamos hablar de una intolerancia. Pero si esa creencia fija origina grandes dosis de angustia, podríamos hablar de un problema a otro nivel.
El estado de conciencia
En nuestra cotidianidad hay muchos hechos que escapan a la conciencia. Esto es propio de cualquier mente “normal”. Por ejemplo, ocurre cuando nos levantamos de la silla para hacer algo y, apenas estamos de pie, olvidamos o dejamos atrás de forma deliberada nuestras intenciones.
Si estas fugas de conciencia son habituales o involucran hechos relevantes, podríamos hablar de un problema en la mente. Si alguien lleva a cabo algo y después no tiene idea de por qué o para qué o cómo lo hizo, entonces tenemos una buena razón para sospechar.
La mente y la atención
Las problemas de atención tienen que ver con una ausencia o exceso de concentración. Cuando hay ausencia de enfoque, la mente baila de un lado a otro, sin rumbo. Por ejemplo, la persona es incapaz de seguir una instrucción paso a paso.
En cambio, si hay un exceso de enfoque, la persona pierde la atención periférica. Esto quiere decir que es incapaz de conectar con el entorno cuando dirige su atención a algo. Obviamente, para que sea un problema de la mente este síntoma debe ser severo y mantenerse durante el tiempo que estipulen los criterios diagnósticos.
El lenguaje y la mente
El lenguaje es el principal vehículo del pensamiento. Un lenguaje claro habla de una mente clara. Por el contrario, siempre que hay un problema en la mente, se refleja en lenguajes confusos, desorganizados o poco pertinentes.
Dentro del campo del lenguaje caben expresiones no estrictamente verbales, como el tono de la voz o la gestualidad. Alguien que no es capaz de sostener la mirada o que hace excesivos movimientos cuando habla también puede tener problemas. Recuerda que en este, como en los demás síntomas, es necesario que la valoración la haga un profesional.