La democracia global sufre un retroceso sin precedentes y su punto más débil es América Latina, que sufrió la mayor caída de cualquier región del mundo en el Índice de Democracia de la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist desde que comenzó a publicarse el ranking, en 2006.
El reporte anual que analiza la salud de este sistema político en la mayoría de los países volvió a poner el foco, por segundo año consecutivo, en las estrictas medidas aplicadas por la pandemia de coronavirus como los motivos que lograron quebrantar los indicadores democráticos.
“Los resultados reflejan el continuo impacto negativo de la pandemia de Covid-19 en la democracia y la libertad en todo el mundo por segundo año consecutivo”, advierte el reporte, que evalúa en base a cinco indicadores -proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles- a 165 estados independientes y dos territorios, que en conjunto abarcan a la mayoría de la población mundial.
Numerosas personas participan en Edmonton, Alberta, el sábado 5 de febrero de 2022, en una protesta contra los mandatos de vacunas y otras restricciones relacionadas con el COVID-19 en Ottawa, la capital de Canadá.
El año 2021 marcó el peor momento para la democracia global, según el estudio. Su puntaje descendió de 5.37 en 2020 a 5.28, la mayor caída registrada desde 2010, tras los efectos de la crisis financiera y el valor más bajo desde que se inició el seguimiento en 2016.
Cada país del ranking está clasificado en uno de los cuatro tipos de régimen, en base a su desempeño en cada uno de los indicadores mencionados: democracia plena, democracia imperfecta, régimen híbrido, y régimen autoritario.
En efecto, un 45,7% de la población mundial vive actualmente en algún tipo de democracia, una importante recaída en comparación con el 49,4% registrado en el informe anterior, de 2020. Este porcentaje abarca a 74 de 167 países. Apenas 21 países (6,4% de la población) reside en lo que se considera una “democracia plena”, un porcentaje que decayó (8,4% en 2020) luego de que Chile y España pasaran a la categoría de “democracias imperfectas”.
En tanto, 59 países son considerados regímenes autoritarios, territorios que engloban a más de un tercio de la población, un 37,1%, con un amplio porcentaje centrado en China.
El impacto de la pandemia
Las restricciones a la movilidad y la llegada de los pases sanitarios que exigen pruebas de vacunación contra el virus para participar de la vida pública amenazan “a las libertades civiles tanto en las democracias desarrolladas como en los regímenes autoritarios”, menciona The Economist. Así, la pandemia “ha acostumbrado a los ciudadanos a una gran extensión del poder del Estado sobre amplios ámbitos en la vida pública y personal”, detalla.
En esta nueva edición, la revista revisa el efecto de la vacunación contra el coronavirus y un nuevo año de medidas de salud pública en la expansión de los poderes del Estado sobre la población. En aquellos países en donde el escepticismo es mayor, “los esfuerzos para obligar a los que se niegan a vacunarse pueden ser contraproducentes, ya que refuerzan la resistencia y fomentan la desconfianza hacia los funcionarios”. A esto se suman los pases sanitarios y la vacunación obligatoria , que “pone en duda la libertad de los individuos” de participar en la vida pública y pone en riesgo el concepto de igualdad de derechos”.
“Cualquiera que pensaba a finales de 2020 que las cosas no podían empeorar se ha demostrado que está equivocado”, alerta el estudio. “El creciente autoritarismo que ha acompañado a la pandemia plantea preguntas sobre en qué circunstancias y por cuánto tiempo más los gobiernos y los ciudadanos están dispuestos a socavar los derechos democráticos en aras de la salud pública”.
El récord de América Latina
El retroceso de los valores democráticos globales está impulsado por una caída en la puntuación de todos los promedios regionales, a excepción de Europa del Este, cuyo valor se estancó en un nivel bajo. Pero la peor parte se la llevó América Latina, con un descenso de 0,26 puntos, contra un 0,22 de América del Norte, y un 0,16 de Asia y Australasia.
La democracia en América Latina está en caída libre desde hace seis años, y en 2021 no solo fue la región con el mayor deterioro, sino que batió un récord con el descenso más contundente desde que se lanzó el ranking en 2006.
Ningún indicador logró mejorar el año pasado y el problema se agudizó en la categoría de cultura política, lo que “refleja el descontento de la opinión pública con la gestión de la pandemia de coronavirus por parte de los gobiernos”. Esto “amplió algunas tendencias anteriores a la pandemia, como el creciente escepticismo sobre la capacidad de los gobiernos para hacer frente a la enfermedad y aumentó la tolerancia en los gobiernos autoritarios”, dice el texto.
Con la pandemia, los gobiernos latinoamericanos tuvieron mayores dificultades para hacer frente a los problemas económicos y sociales de larga data, lo que intensificó la frustración de la población por las capacidades de sus gobernantes. La región experimentó así protestas a gran escala, “que pusieron en riesgo la gobernabilidad”, según el índice.
La presencia de gobiernos populistas -como el de Jair Bolsonaro (Brasil) y Andrés Manuel López Obrador (México)- que aumentaron sus ataques hacia las instituciones democráticas en 2021 es otro de los factores que hundió el puntaje latinoamericano.
Hubo varios descensos en la tabla anual. Chile, que el año pasado había logrado posicionarse como el segundo más democrático de la región, cayó al tercer lugar, detrás de Costa Rica, y ahora es considerado una “democracia imperfecta”. Esto se debe a sus bajos niveles en la confianza del gobierno – tras las protestas masivas de 2019 -, a baja participación electoral en las últimas elecciones en comparación con otros países, y a la gran polarización, evidente en los candidatos a la presidencia chilena en el ballotage de noviembre, el futuro jefe de Estado Gabriel Boric y el ultraderechista José Antonio Kast.
Ecuador, México y Paraguay perdieron su estatus de “democracias imperfectas” y pasaron a la categoría de “regímenes híbridos”. A pesar de su baja calidad electoral, explica The Economist, la caída de Ecuador se debe a al “aumento del apoyo popular por líderes fuertes o autoritarios”, al igual que la de Paraguay. El caso de México corresponde a los bajos niveles de confianza en el gobierno, a pesar de la alta aprobación de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
En tanto, la Argentina sigue manteniéndose en la categoría de “democracia imperfecta”, y experimentó un descenso en su valor de 2020, con una caída de 0,14 puntos. En la cima del ranking regional está Uruguay, siendo el más democrático de América Latina, que aumentó 0,24 puntos en comparación con su desempeño anterior. Es considerado una “democracia plena”, al igual que Costa Rica.
Los extremos del ranking
El país más democrático del mundo es, una vez más, Noruega, gracias a sus altísimos valores de proceso electoral y pluralismo, participación política y libertades cívicas. Los países nórdicos como Finlandia, Suecia, Islandia y Dinamarca dominan los primeros puestos de la reducida categoría de “democracias plenas”- integrada por 21 países.
En el fondo de la tabla está Afganistán, el país más autoritario del mundo, con una caída extrema del ya bajo 2.85 en 2020 al 0.32 en 2021. Así, descendió 28 lugares y desplazó del último puesto a Corea del Norte, que ahora está en antepenúltimo lugar, después de Myanmar.
Una de las mayores regresiones democráticas de la lista, Afganistán fue afectada por la llegada de los talibanes al poder en agosto de 2021 y el regreso de la violencia, la prohibición de las libertades -en especial de las mujeres – y la caída del país en una de las mayores crisis humanitarias de la historia.
“El desafío de China” es el título que recibió este informe, que se plantea la pregunta de en qué medida es el régimen chino una amenaza para la democracia. El increíble éxito económico de Pekín, que ahora es la segunda potencia económica del mundo, desafía la hegemonía estadounidense y se tornó un adversario del modelo capitalista occidental.
Si bien The Economist plantea un interrogante complejo, sintetiza en pocas líneas que “Estados Unidos y sus aliados occidentales deberían centrar sus energías en rejuvenecer sus sistemas políticos para que puedan ofrecer un modelo alternativo deseable al de China. Es mucho mejor que Estados Unidos y las democracias del mundo demuestren las ventajas de su sistema de gobierno redemocratizando su política, en lugar de intentar aislar o contener a China”.
Cactus24 10-02-22