viernes, marzo 29, 2024
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Pedir la mano en Paraguaná no era cosa fácil

Pedir la mano de la novia es una costumbre de tiempos antiguos; por ejemplo, en la historia romana, el novio pedía la “manus” (del latín) al padre o la madre, porque esta era símbolo de poder sobre los hijos, por lo cual, el pretendiente aspiraba tener sobre la futura esposa la fuerza de dominio que detentaba el padre; de allí procede entonces la expresión “pedir la mano”. 
 
En Paraguaná existió esta tradición; en este sentido, si el novio aspiraba hacer el petitorio pero la timidez no se lo permitía, acudía a una persona de mucho respeto, para que como padrino se encargara de conversar con el padre. Esta misión requería una evaluación del pretendiente por parte del padrino para ver qué argumentos buenos llevaba para ofrecer a los viejos, toda vez que, además de ser un buen muchacho, debía ser trabajador y de recursos económicos, y en una época muy conservadora, también escudriñaban a la familia y su procedencia, habida cuenta de que el racismo, lamentablemente, siempre tuvo fuerza a la hora de la selección; por ello, fueron frecuentes sentencias como éstas: “Lucila tiene un sentao en la casa, pero ese es hijo de la cocinera de la familia tal, no señor» “Juanita está empeñada en un negrito chicharrón que no es de nuestra categoría”.
 
En Pueblo Nuevo muchos personajes fueron seleccionados para “pedir la mano”, y entre ellos podemos mencionar a: Alirio Cruz, Pompilio Romero, Luís Manuel Romero, Carlos Luís Fortique, Rómulo Sierraalta, Tomás Derce, Narcisa Weffer y otros más; los resultados no siempre eran positivos, inclusive, a veces el rechazo venía del mismo padrino, como sucedió con el caso del humilde joven Romualdo, que se enamoró de una dama de la alta sociedad neopoblana, por lo cual, consciente de aquella dificultad, se le acercó al padrino, y cuando este señor escuchó el nombre de la aspirante frunció la cara porque el muchacho buena gente pero pobre aspiraba una diva del pueblo, y, en forma tajante con una dosis de consuelo, le dijo: Que va ¡Bájate de esa nube Romualdo! Quedando este refrán para aquellos que por estos lares aspiran un imposible.
 
Freddys Romero Sierraalta
 

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