domingo, noviembre 24, 2024
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Los aspectos emocionales de la lactancia materna duradera

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La mayoría de  las personas creen  que los niños que toman lactancia materna prolongada pueden tener algún problema de autonomía o de apego.

Los individuos tenemos que pasar por una etapa de alta dependencia en la infancia más temprana para generar  niños más autónomos y adultos independientes, con seguridad y confianza. Esa etapa es la que formará los soportes, fuertes y bien estructurados donde se sustentará el individuo adulto, y esa base que aporta toda esta seguridad la proporciona normalmente la madre o la figura principal de apego.

Como sabes la lactancia materna no es sólo alimento, eso es una visión muy reduccionista de todo lo que implica la lactancia, es también nutrición emocional. Es una forma que tiene la naturaleza también de asegurarse de que el bebé estará durante un largo período pegado a la madre porque es importante que lo esté.
Así mismo, los primeros meses o incluso el primer año, sí que la parte nutricional de la lactancia es fundamental porque la leche es la base de su alimentación, más allá del año la leche no pierde propiedades en absoluto, en cambio sí que adquiere más importancia la parte afectiva de la lactancia. El niño empieza a explorar, a caminar, a distanciarse físicamente de la madre por sí solo… y esto les genera ansiedad, por eso dan pasitos y vuelven corriendo a la base de seguridad, y aquí el pecho les aporta mucho consuelo, tranquilidad.

Además la necesidad de succión de los niños dura hasta los 2 o 3 años, por eso no nos resulta extraño ver a un niño de dos o tres años bebiendo de un biberón y con chupete. ¡Qué mejor que succionar el pecho de la madre y además recibir el alimento que está hecho para ellos!

En cuanto al aspecto emocional al que aluden algunos detractores de la lactancia duradera:

Ruth Giménez Martín, madre de tres hijos. Además  psicóloga, consultora certificada en lactancia materna (IBCLC), educadora de masaje infantil (IAIM_AEMI), y doula realizó este aporte sobre las investigaciones del mito de la lactancia materna duradera.

Fergueson (1987), investigó desórdenes de conducta y concluyó que estos declinan con la duración incrementada de la lactancia. Los chicos que tuvieron una lactancia más duradera demostraron un ajuste social más fuerte y consistente.

Las lactancias duraderas están relacionadas con menores escalas de ansiedad en estudios con jóvenes adultos (Hawkins, 1975) (Bushnell,1977).

Los Doctores  Newton y Ratner, demuestran que las carencias que se satisfacen al debido tiempo, cuando el niño las necesita, hacen que sea más seguro, independiente y emocionalmente estable en su futuro.

Según Hazebrouck, hay una fuerte presión de la sociedad por “fabricar” niños independientes antes que estén maduros para ello, provocando como consecuencia chicos pseudo independientes con una personalidad insegura y una gran sed de apoyo en lo externo. Un destete precoz los empuja a dar un salto al vacío, abandonando un apoyo seguro sin haber tanteado el siguiente. (Hazebrouck)

Mary Ainsworth nos dice que los niños más apegados y dependientes de sus madres los dos primeros años de vida, tienen menos ansiedad al entrar al colegio y mayor dominio de sí mismos a los 5 años.
¿Hay alguna edad en la que se debería dejar de dar el pecho por el bien de nuestro hijo?
La edad del destete en el ser humano está entre los dos años y medio,  así hay varias teorías que acreditan este intervalo de edad. 

De hecho la OMS (Organización Mundial de la Salud), recomienda la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses y junto con otros alimentos hasta los dos años o más.
Que sea hasta los dos años, y el o más significa hasta que el bebé y la mamá quieran puesto que no hay nada que demuestre que haya una edad concreta en la que pueda ser perjudicial.

En cambio, cuando escuchamos a alguien que hace referencia a los problemas o perjuicios que pueda acarrear la lactancia en niños a partir de cierta edad, si le preguntamos en qué se basa para afirmar esto, no podrá decir nada, porque no hay ninguna evidencia científica que lo demuestre o avale.

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