Maurice, el gallo más famoso de Francia, podrá seguir cantando por las mañanas, después de que un tribunal rechazara este jueves la demanda de vecinos que acusaban al ave de despertarse demasiado temprano, una sentencia considerada como una victoria de las tradiciones rurales en Francia.
«Maurice ganó y los demandantes tendrán que pagar a su propietaria 1.000 euros por daños y perjuicios», declaró Julien Papineau, abogado de la propietaria del ave, Corinne Fesseau, al salir del tribunal de Rochefort (suroeste).
«No tengo palabras. Ganamos. Es una victoria para toda la gente en mi misma situación. Espero que cree jurisprudencia», dijo satisfecha la dueña de este gallo que ha sido objeto de titulares en todo el mundo.
«Todo el mundo va a ser protegido después de esto: las campanas, las ranas, etc.», agregó, aludiendo a otras demandas similares contra los ruidos del mundo rural, que opone a menudo a los habitantes de siempre con los neorrurales.
«¿Y si se hiciera una ley Maurice para proteger los ruidos rurales?», propuso entusiasmada Fesseau.
Un artículo en el New York Times, camisetas con el lema «Let me sing» (déjenme cantar), una petición para «salvar a Maurice» que consiguió más de 140.000 firmas. El gallo Maurice se convirtió en los últimos meses en un símbolo de la Francia rural amenazada.
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Su cacareo al alba molestaba a una pareja de jubilados, dueños de una residencia secundaria en la turística isla de Oléron, en el suroeste de Francia, que llevaron el juicio ante los tribunales.
No es un juicio de «la ciudad contra el campo. Es un problema de perjuicio sonoro. El gallo, el perro, la bocina, la música (…) se trata de un caso sobre el ruido», dijo el abogado Vincent Huberdeau, que representa a los demandantes, en una audiencia el pasado 4 de julio.
Pero la dueña del gallo argumentó ante el tribunal que nunca antes había recibido quejas por el cacareo de Maurice. «Los gallineros siempre han existido. Entre 40 vecinos, sólo molesta a dos», apuntó.
Para Fesseau, «el campo tiene derecho a sus ruidos. El gallo tiene derecho a cantar». «Siempre hemos vivido entre huertas, gallineros, tenemos una vida bastante tradicional», acotó el alcalde de la ciudad, Christophe Sueur.
El tribunal los condenó a pagar 1.000 euros por «haber actuado de manera abusiva al presentar una demanda», sin antes haber intentado resolver el asunto con su vecina.
El caso de Maurice, aunque anecdótico, ilustra los temores de que desaparezca el mundo rural en Francia, debido al declive de la actividad agrícola y ganadera, y al éxodo de los jóvenes hacia la ciudad.
Bruno Dionis du Séjour, alcalde de la pequeña localidad de Gajac, en el suroeste de Francia, publicó una enardecida carta para defender el «derecho» de las campanas de las iglesias a repicar, de las vacas a mugir y de los burros a rebuznar.
La alusión a las campanas se debe a una disputa acontecida en 2018 en un pueblo de la región de Doubs (este), donde los propietarios de una residencia secundaria se quejaron de que éstas repicaban a las 7:00, demasiado temprano a su entender.
Bruno Dionis du Séjour promueve incluso que los ruidos del campo sean clasificados como «patrimonio nacional» francés.
Cactus24 (06-09-2019)