Huellas de anfibios y reptiles, pero también plantas, semillas, huellas de piel e incluso gotas de lluvia: se trata de un auténtico ecosistema fosilizado sobre losas de arenisca de grano muy fino descubierto en el Parque de Orobie Valtellinesi, en la provincia de Sondrio, en Lombardía. El hallazgo, sacado a la luz gracias al deshielo de la nieve y del hielo provocado por el cambio climático en las cumbres alpinas, conserva rastros de vida que datan de hace 280 millones de años.
Hay huellas dactilares finísimas, rastros de colas largas y flexibles, ondulaciones de olas en las orillas de antiguos lagos e incluso gotas de lluvia que cayeron sobre el barro antes de que se convirtiera en piedra. Los primeros hallazgos, recuperados hace unos días a una altitud de 3.000 metros en una espectacular operación con apoyo de helicópteros, se mostraron por primera vez en el Museo de Historia Natural de Milán.
El descubrimiento lo hizo la excursionista Claudia Steffensen mientras recorría un sendero en el Valle Ambria a una altitud de 1.700 metros. Steffensen se lo cuenta a su amigo fotógrafo Elio Della Ferrera, quien toma algunas fotos y se las envía al paleontólogo Cristiano Dal Sasso, del Museo de Historia Natural de Milán, quien contacta con dos colegas especialistas con los que inicia el trabajo, el geólogo Ausonio Ronchi, de la Universidad de Pavía, y el icnólogo Lorenzo Marchetti, del Museo de Historia Natural de Berlín. Son ellos quienes informan del hallazgo al Parque Orobie Valtellinesi y a la Superintendencia. Las prospecciones comenzaron en el verano de 2023 y los investigadores fotografiaron y cartografiaron cientos de rastros fósiles que aparecieron a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar en las paredes verticales de Pizzo del Diavolo di Tenda, Pizzo dell’Omo y Pizzo Rondenino, pero también en las acumulaciones de los deslizamientos de tierra debajo.
Los expertos reconocieron huellas de tetrápodos (reptiles y anfibios) e invertebrados (insectos, artrópodos), a menudo todavía alineadas formando ‘huellas’ o huellas que ocurrieron en el Pérmico, el último período de la Era Paleozoica.
La huella de la piel escamosa de un reptil, que se produjo hace más de 280 millones de años al apoyar su vientre durante unos instantes sobre un suelo arcilloso ablandado por el agua. En la parte superior izquierda también se ve la huella de una pata. Crédito de la imagen
“En aquella época todavía no existían dinosaurios, pero los autores de las huellas más grandes encontradas aquí debían de tener un tamaño considerable: hasta 2-3 metros de longitud”, explica Dal Sasso. Además, en este nuevo yacimiento se han fosilizado en algunas superficies huellas de al menos cinco especies diferentes de animales (dado que se trata de huellas y no de esqueletos, es más correcto hablar de icnoespecies), lo que permitirá realizar reconstrucciones paleoecológicas precisas.
“Las huellas se dejaron cuando estas areniscas y lutitas eran todavía arenas y lodos encharcados, en las márgenes de ríos y lagos que periódicamente, según las estaciones, se secaban”, señala Ronchi. “El sol de verano, al secar aquellas superficies, las endureció hasta tal punto que el retorno de nuevas aguas no borró las huellas sino que, más bien, las cubrió de nueva arcilla, formando una capa protectora”.
“El grano finísimo de los sedimentos, ahora petrificados, ha permitido conservar detalles a veces impresionantes, como las huellas dactilares de las yemas de los dedos y de la piel del vientre de algunos animales”, añade Marchetti. “La forma y el tamaño de las huellas indican una notable calidad de conservación y paleobiodiversidad, probablemente incluso superior a la observada en otros depósitos de la misma edad geológica en las zonas que hoy pertenecen a las provincias de Bérgamo y Brescia”.
Cactus24 (15-11-2024)
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