Cuando el huracán Milton pasó rugiendo, ramas y un árbol entero se derrumbaron, dejando mucho que Luisa Santos tuvo que limpiar en su casa.
“Ella quiería limpiar todos estos escombros y todo porque tenemos residentes caminando por ahí”, dijo Wendy Tantozo, la hija de Luisa.
Luisa emigró de Filipinas hace 20 años y recientemente se había mudado a Tampa.
Se quedó despierta toda la noche manteniendo calmados a 28 residentes con necesidades especiales durante la furiosa tormenta.
Luisa comenzó a limpiar antes de que llegara el servicio de árboles porque quería asegurarse de que los residentes de ALF estuvieran seguros, dijo Wendy.
Su esposo Winprito Santos la ayudó a limpiar las ramas. Deseaba que su esposa hubiera sido más cuidadosa.
“Una de las ramas estaba colgando y ella siguió cortando la parte de abajo, la que tocaba el suelo”, dijo Santos.
“El árbol simplemente cayó sobre ella”, dijo Wendy. “Se derrumbó”.
Ella fue aplastada instantáneamente bajo el peso de la gran rama.
La muerte de Luisa es ahora un sobrio recordatorio de lo mortal que puede ser un huracán, incluso cuando el viento, la lluvia y la marejada ciclónica hayan desaparecido.
Cactus24 (13-10-2024)
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