El futbolista Dani Alves ha cambiado de abogado y está preparando una nueva estrategia dirigida, en primer lugar, a que pueda salir de la situación de prisión provisional en la que se encuentra. Este mismo viernes, su nuevo letrado, Cristóbal Martell, ha acudido al centro penitenciario en el que se halla el que fuera jugador del Sevilla y del FC Barcelona para determinar las claves de su defensa, marcada ya por las inconsistencias del testimonio que ofreció en primer lugar para negar las acusaciones de violación que se le imputan.
Alves aseguró que no conocía a la presunta víctima, pero numerosos testigos certificaron que el brasileño entró en el cuarto de baño de la discoteca Sutton con la mujer que acabaría interponiendo la denuncia. Fueron 16 minutos de tortura para la afectada, de acuerdo con su declaración y también con la versión de los hechos de aquellas personas que la asistieron posteriormente, entre ellos uno de los guardias de seguridad y el responsable de sala del recinto. Ahora, se espera que Alves declare ante el juez que las mentiras de su primera declaración solo tenían como objetivo ocultar que le había sido infiel a su actual esposa, Joana Sanz, al tiempo que insistirá en que el encuentro sexual fue consentido.
Sin embargo, el daño a su familia ya está hecho, y ahora la modelo tinerfeña ha decidido eliminar de su cuenta de Instagram todas las imágenes en las que aparece su marido, de lo que podría desprenderse o bien que la relación sentimental ha terminado, o que la maniquí está haciendo todo lo posible por distanciarse de la polémica, de todo lo que rodea a un presunto delito de la máxima gravedad. Poco antes del arresto de su famoso esposo, Joana había perdido a su madre. «Corazón, aguanta tanto dolor», escribía en su perfil acerca de los golpes tan duros que había recibido en cuestión de solo unos días.
Esta semana han trascendido más detalles sobre las circunstancias de esa noche fatídica en la discoteca Sutton. Según fuentes conocedoras del proceso, mientras la presunta víctima informaba a los responsables, entre temblores y sollozos, de la agresión sexual que habría sufrido, Alves regresó a la barra para pedirse una copa. Ciertos testigos han señalado que los caminos del deportista y de la mujer tuvieron necesariamente que cruzarse una vez más antes de que ambos abandonaran definitivamente el local.