¿Sabías que los hijos de madres, o padres, “fastidiosos” tienen más éxito en la vida? Así lo corroboró un estudio realizado en la Universidad de Essex, en Inglaterra, en el que los investigadores analizaron el comportamiento de 15.000 niñas de entre 13 y 14 años durante 6 años. Los resultados desvelaron que aquellas niñas cuyas madres eran menos permisivas y más estrictas en su educación, se habían convertido en mejores estudiantes y eran menos problemáticas en comparación con las chicas cuyas madres eran menos severas.
Las niñas que habían tenido madres más exigentes, también tenían mayores probabilidades de ir a universidades de éxito y tener mejores sueldos al entrar en el mercado laboral. También tenían menos probabilidades de sufrir un embarazo no deseado o seguir conductas de riesgo que pusiesen en peligro su integridad física y psicológica. ¿Las razones? Las madres exigentes motivaban a sus hijas a dar lo mejor de sí y sacar a la luz su máximo potencial, de manera que las niñas se esforzaban más en conseguir sus metas en la vida.
Obviamente, vale destacar que la exigencia y la severidad también deberían tener coto. Es importante poner límites y normas en la educación de los niños y hacerlos cumplir, pero también es vital transmitirles cariño, protección y seguridad. La idea es encontrar un punto intermedio y apostar por una crianza respetuosa en la que se promueva el amor incondicional, el respeto, la empatía y los límites no punitivos como base para educar a niños felices, seguros de sí mismo y con un buen equilibrio emocional.
Nadie pone en duda los beneficios para los niños de una crianza basada en el amor y el respeto. Educar a los niños desde el cariño y fomentar una estrecha relación de confianza es clave para estimular su adecuado desarrollo. Sin embargo, es importante no confundir nuestro rol como padres. Como madre o padre somos responsables por educar a nuestros hijos e inculcarles buenos valores y normas de conducta que le permitan insertarse más adelante en la sociedad. Y, para ello, a veces debemos asumir posturas más exigentes, que pueden parecer fastidiosas. La buena noticia es que, aunque pueda parecerles insoportable a los niños, este tipo de comportamiento también los prepara para la vida ya que:
1. Les enseña a respetar las normas y límites
Cuando pides a los niños que recojan su habitación, se laven las manos antes de sentarse a la mesa o no alcen la voz cuando están en su habitación, les estás enseñando a respetar las normas y límites familiares. Es una forma sencilla de guiar su comportamiento y enseñarles lo que deben o no hacer. De esta manera, no solo les estarás inculcando buenos modelos de conducta, sino que les estarás preparando para que se adapten a su entorno de manera más fácil cuando más adelante comiencen el colegio o se inserten en el mercado laboral.
2. Contribuye a la creación de rutinas
Ser un poco exigentes con los niños y pedirles que cumplan con sus obligaciones diarias, como hacer la cama, recoger sus juguetes o cepillarse los dientes, es una excelente manera de ayudarles a crear nuevas rutinas y reforzar los hábitos que ya tienen. Las rutinas son fundamentales para los niños ya que marcan las pautas que deben seguir durante la jornada, a la vez que les ayuda a conferirle un orden lógico a las actividades. Además, son un buen recurso para automatizar determinadas tareas y destinar ese esfuerzo en otras funciones más provechosas.
3. Forja su carácter
Los niños van formando su carácter a medida que crecen y se relacionan con el entorno en el que viven. Así, poco a poco van aprendiendo a regular sus emociones y dar forma a sus pensamientos y, en este sentido, ser una madre, o padre, “pesado” puede ayudarles. Al guiar su comportamiento no solo les enseñas herramientas y recursos para solucionar problemas de la vida cotidiana, sino que les incitas a tomar mejores decisiones y encontrar un equilibrio entre lo que quieren y pueden hacer, una habilidad que les será de provecho a medida que crecen.
4. Regula su conducta
Al guiar la conducta de los niños, ponerles límites y normas e inculcarles hábitos para facilitar su día a día, les estarás ayudando a adaptar su mundo interior a lo que sucede en su entorno, así como a contener sus reacciones más instintivas. También es una buena manera de enseñarles lo que deben o no hacer que evitará que tenga problemas de conducta más adelante. Sin duda, contribuirá a largo plazo a que sean menos impulsivos y tengan un mayor control sobre sus emociones a medida que crecen.
5. Mejora su relación con los demás
Cuando les pides a los niños que recojan su habitación, les presten sus juguetes a sus amigos o lleven los platos a la mesa les están enseñando a ser menos egocéntricos y a pensar en los demás. También es una forma de enseñarles a ser respetuosos con quienes les rodean, animándoles a compartir obligaciones y beneficios con las personas de su entorno. Sin duda, una gran lección que no solo mejorará su relación con los demás, sino que contribuirá a que sean más felices.
Cactus24 (23-05-2022)