José Rodríguez «Chechemimira» llegó a Pueblo Nuevo a mediados del siglo pasado y se dedicó a la venta de santos enmarcados por él mismo, labor que hacía consciente del valor sentimental que le daban sus clientes.
En esta tierra, donde las creencias cristianas constituyen una tradición ancestral, Chechemimira salía a vender sus cuadritos de vírgenes, santos y oraciones; así, fueron muy buscados los marcos de doble vidrio, para que los creyentes tuvieran la oportunidad de adorar al santo y por detrás, leer la novena u oración sin que estuviera sellada por el cartón.
Asimismo, trajo una primicia, la figura policromática, que se convirtió en una novedad, toda vez que, por una combinación de colores, cuando la imagen se movía, aparecía por ejemplo, la Virgen de Lourdes, de lado la Inmaculada y con otro movimiento surgía la de Fátima; algunos fieles decían que el cuadro era una especie de 3 en 1, de hecho, a este cuadrito le colocaban 3 velas y le rezaban 3 rosarios porque en realidad tenía tres vírgenes.
Adolfo Osorio expresa que: “Cheché fue mi vecino, y muchos dicen que él trajo el primer retrato del Dr. José Gregorio Hernández por estos lares».
Esmeranza Osorio afirma: «Yo le compré dos de Santa Marta y desde que los tengo nunca les han faltado sus velas, y a veces pienso que están desgastados de tantos milagros que me han hecho».
Más allá de la cotidiana venta de vírgenes y santos como una actividad comercial, quedó en la memoria de muchos la relación espiritual de un hombre que, con su hablar apresurado y aspecto humilde, dejó en muchas familias uno o más santos que permiten a algunos que lo conocieron decir: «todavía tengo sus cuadritos porque he recibido de ellos muchos favores».
Chechemimira, fue un vendedor de milagros en una época donde éstos hacían mucha falta; era una persona muy atenta que cuando alguien le encargaba una virgencita que le diera ¡Por el amor de Dios!, un milagrito que acabara con las dolencias «que no me dejan vida», con una actitud solidaria respondía: “mi apreciada Doña, yo le vendo el santo, pero usted pone la fe».
Freddys Romero Sierraalta