En la comunidad nativa de Chequitavo, en el centro poblado de Oventeni, provincia de Atalaya, Perú, un niño indígena de 11 años fue enterrado vivo por su tío el pasado mes de enero.
Rubén Sabino Oriviano, su pariente, lo culpaba de practicar brujería y provocar la muerte de su abuela, por lo que creyó que enterrar al niño junto a los restos de su madre salvaría su alma.
Un entierro por miedo a lo desconocido
En medio de la tristeza, el responsable del acto acudió a un curandero con el fin de buscar respuestas tras la muerte de su madre, que había sido por tuberculosis, el pasado 8 de enero.
El brujo influenció a Sabino Oriviano, argumentando que la muerte se debió a una obra maligna de su sobrino de etnia ashéninka que, según él, practicaba actos de brujería.
Este personaje le recomendó entonces que tenía que enterrarlo junto a la señora para que su comunidad sea «purificada» y que su madre pueda descansar en paz de una vez por todas.
En un acto de salvar su alma, el hombre le pidió a su sobrino que lo acompañara a sepultar los restos de su madre. El niño indefenso lo acompañó, sin saber las oscuras intenciones de su tío.
Tras hacer el hoyo y colocar los restos de la mujer, Oriviano ató de las extremidades al niño, de apenas 11 años, y lo enterró junto al cadáver.
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Un rescate afortunado
Sabino Oviriano no contó con la presencia de un grupo de campesinos de la ronda Gran Pajonal, de la etnia ashéninka, que estaban al tanto del entierro de la señora y se acercaron al lugar en caso de que necesitaran ayuda.
Escucharon gritos provenientes de la fosa y rápidamente, comenzaron a cavar. Tras minutos de esfuerzo, lograron liberar al niño de su destino final.
Según los testimonios, la fosa no era profunda, pero la víctima apenas podía respirar y moverse, ya que se encontraba encerrado dentro de una bolsa.
«Cuando hemos ido a la subidita, hemos escuchado una respiración desesperada. El hueco no estaba muy profundo, sino, no lo hubiéramos escuchado”, contó el presidente de la ronda campesina.
En un video se muestra al pequeño de espaldas y una autoridad de la zona llenándolo de preguntas: «¿Por qué te han enterrado? ¿Te han culpado de brujo? ¿Ha sido tu tío Rubén?», le preguntaba; el niño solo asintió.
El joven fue llevado a un hospital cercano, donde recibió atención médica y psicológica. Se encontraba shockeado y con dificultades para hablar, pero tras los cuidados y su apoyo familiar, se logró recuperar gradualmente.
Una condena que se hace esperar
A la semana siguiente de lo ocurrido, la víctima asistió junto a su padre, el juez de paz y algunos representantes comunitarios a una comisaría de Atalaya para presentar una denuncia formal.
El caso ya se encuentra en manos de la Fiscalía Provisional Penal Corporativa de Atalaya, la cual cuenta con el testimonio del padre de la víctima y de tres testigos que fueron parte del rescate.
Cactus24 (26-02-2025)
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