Los niños son curiosos por naturaleza: necesitan explorar el mundo que les rodea, buscar que hay más allá, descubrir nuevos retos e intentar averiguar dónde están sus límites.
Si a la curiosidad innata le sumamos una energía desmesurada, el resultado son los inevitables golpes, sobre todo, en la cabeza. Caídas accidentales desde una mesa o una silla intentando coger algún juguete y tropiezos al correr o al montar en una bicicleta o en patines (sin llevar el caso puesto) son los motivos más frecuentes de esos chichones. Generalmente no tienen mayor importancia, y la consecuencia puede ser un leve, pero molesto, dolor de cabeza y un hematoma, moretón o chichón en la frente o en la zona de donde se haya producido la lesión.
No obstante, aunque esas caídas sean leves, los padres deben saber qué síntomas pueden hacerles sospechar que quizás convenga acudir a su pediatra o al servicio de urgencias de un centro sanitario. El primer consejo, y quizás el más difícil de seguir, es intentar conservar la serenidad, estar tranquilos y calmados. Si los padres se ponen muy nerviosos, el niño percibirá esa angustia y se contagiará.
Ante un golpe o contusión en la frente, generalmente no es necesario acudir al médico, aunque conviene estar atento al comportamiento del niño en las siguientes 24-72 horas. Pero si se dan las siguientes circunstancias, aunque hayan pasado varias horas desde el golpe, hay que llevar al niño a un centro médico para que le hagan un examen médico en profundidad y valoren su estado:
- Si el niño es menor de dos años.
- Cuando el niño se ha caído desde una superficie alta, a más de un metro de altura.
- En caso de pérdida de conocimiento.
- Si el niño se queja de un fuerte dolor de cabeza o dificultad para mover el cuello.
- Si presenta hundimiento en la frente.
- Si se ha producido una herida que sangra abundantemente, o se ha quedado un objeto incrustado (astillas, cristal…).
- Si hay sangrado en zonas no afectadas por el golpe, como los oídos o la nariz.
- Somnolencia excesiva o dificultad para despertarle. No es imprescindible mantener al niño despierto, ya que es muy posible que tras el susto se encuentre abatido y se quede dormido. Pero, en este caso, hay que comprobar que se despierta con facilidad.
- Muestra problemas para hablar con normalidad.
- Tiene mareos, vómitos o convulsiones.
- Presenta confusión o desorientación.
- Visión borrosa u otro tipo de alteración visual.
- Problemas con el habla.
- Llanto sin consuelo e irritabilidad.
- Se queja de debilidad en los brazos o en las piernas.
- Si el chichón sigue creciendo, se ablanda o alarga.
Cómo tratar un golpe en la frente de un niño
Una vez que hemos comprobado que no ha aparecido ninguno de los síntomas de alerta que acabamos de comentar, se deben seguir los siguientes consejos:
- Estar a su lado en una habitación silenciosa o en algún lugar tranquilo.
- Es mejor que permanezca sentado o tumbado, pero con la cabeza algo elevada.
- Conviene aplicar frío local, por ejemplo un poco de hielo envuelto en un trapo o una toalla –para que no se queme la piel– o una bolsa de guisantes congelados conseguirá bajar la hinchazón.
- La típica barra de árnica que toda madre lleva en el bolso, o bien preparar una infusión con sus hojas, puede ayudar a bajar el hematoma.
- Hay que animarle a que beba líquidos fríos, como agua, o zumos, pero a pequeños sorbos.
- Si hay un corte o herida pequeña se puede presionar con una gasa para cortar la hemorragia y lavarla bien. Sin embargo, esto no debe hacerse si la herida sangra mucho, si es abierta o profunda, en estos casos, además de intentar desinfectarla podría ser necesario saturarla, por lo que hay que acudir al médico rápidamente.
Cactus24 31-07-2024
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