El presidente Joe Biden anunció este domingo que pondrá fin a su campaña de reelección presidencial, lo que supone una conclusión abrupta y humillante para su carrera política de medio siglo y complica la carrera por la Casa Blanca a solo unos meses del día de las elecciones.
Biden, de 81 años, no pudo revertir el creciente sentimiento dentro de su partido de que era demasiado frágil para servir y estaba destinado a perder ante Donald Trump en noviembre.
Su retirada corona una singular carrera política nacional, marcada por la caída de Richard Nixon y el ascenso de Trump. Se presentó a cuatro candidaturas presidenciales. Pasó 36 años en el Senado de Estados Unidos representando al pequeño estado de Delaware.
Ascendió a la presidencia de los poderosos comités de asuntos judiciales y de relaciones exteriores. Y fue durante ocho años vicepresidente de Barack Obama.
La decisión de Biden de abandonar la carrera electoral a menos de un mes de la convención de su partido y unos meses antes de que los votantes acudan a las urnas no tiene precedentes en la era política moderna. El último presidente en funciones que abandonó una candidatura a la reelección fue Lyndon Johnson, cuya expansión de la guerra de Vietnam en la década de 1960 dividió al Partido Demócrata. Pero el anuncio de Johnson se produjo en marzo de 1968, ocho meses antes de esa elección.
“Estamos en aguas desconocidas”, dijo Barbara Perry, profesora de estudios presidenciales en el Centro Miller de la Universidad de Virginia. “Ningún presidente ha abandonado su campaña o ha muerto tan cerca de la convención”.
Es probable que la sustitución de Biden en la lista de candidatos demócratas provoque temblores internos en el partido, ya que funcionarios ambiciosos maniobran para convertirse en su sucesor. Ya se han formado facciones en torno a la vicepresidenta en funciones, Kamala Harris, y gobernadores destacados, entre ellos Gretchen Whitmer, de Michigan, y Gavin Newsom, de California.
Harris parece ser la heredera aparente. Rompió una barrera al ser la primera vicepresidenta. Es una mujer de color y goza de un fuerte apoyo entre los afroamericanos, un sector leal de la coalición demócrata. Sin embargo, en general, el índice de aprobación de Harris se situó en apenas el 32% en una encuesta de NBC News publicada a principios de este mes.
“No hay nadie que se pueda nombrar en este momento como un sustituto obvio”, dijo Perry. “Eso es lo que hace que esto sea tan incierto y caótico”.
La mecánica de incluir un nuevo nombre en las papeletas también da lugar a una miríada de cuestiones jurídicas. Los republicanos podrían esforzarse por poner obstáculos en el camino del candidato planteando impugnaciones jurídicas destinadas a mantener a esa persona fuera de la papeleta.
Las dudas sobre las capacidades de Biden lo persiguieron durante toda su presidencia, pero alcanzaron su punto máximo después de su debate con Trump el 27 de junio. Combinado con sus decaídos números en las encuestas, su apático desempeño desató el pánico en su propio partido de que no pudiera ganar en noviembre.
Ante 51 millones de espectadores, Biden habló con voz ronca y a menudo no logró completar sus ideas ni ofrecer una explicación convincente de por qué los votantes deberían elegirlo a él y no a Trump. Más tarde atribuyó su pobre desempeño al cansancio y a un resfriado. Imploró al país que no permitiera que una mala noche eclipsara sus logros en el cargo.
Sin convencerse, los legisladores demócratas comenzaron a pedirle que se hiciera a un lado, una rebelión que comenzó lentamente pero creció de manera constante en tamaño e intensidad. Apelaron al patriotismo de Biden, argumentando que si creía sinceramente que Trump es una amenaza para la democracia, necesitaba poner a su país en primer lugar y retirarse.
Biden contraatacó. Realizó numerosas llamadas y reuniones con funcionarios demócratas de todos los niveles para conseguir apoyo dentro del partido, pero sin éxito.
Cactus24// 21-07-24
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