Durante el ensayo de la coronación de Carlos III en mayo del año pasado, el príncipe Guillermo, heredero al trono, practicó el juramento de lealtad al rey y se inclinó para darle el beso a su padre.
Hubo un debate sobre en qué mejilla debía hacerlo y Guillermo le hizo cosquillas debajo de la barbilla y bromeó: «¡La izquierda está mejor!».
Aquello sirvió a relajar a los presentes, nerviosos ante la gran celebración que se ejecutó en la Abadía de Westminster.
La ceremonia estuvo marcada por el boato y la solemnidad. Pero el momento de ternura entre padre e hijo con aquella muestra de cariño fue de lo más significativo. Carlos III no ocultó su orgullo hacia su sucesor.
La clave de la monarquía es garantizar un heredero. Y ahora que el cáncer ha obligado al monarca –de 75 años– a cancelar su agenda pública, todos los ojos están puestos en su primogénito quien ha reaparecido este miércoles por primera vez después de que anunciara la enfermedad del jefe de Estado.
El príncipe de Gales estuvo en el Castillo de Windsor en una ceremonia de investidura y por la noche asistió a una gala benéfica para el servicio de Ambulancia Aérea de Londres.
El principal objetivo es evitar una imagen de trono vacío y, pese a que otros miembros de la Familia Real han intensificado sus agendas –la princesa Ana, hermana del rey, presidió el martes hasta cuatro actos diferentes–, el gran protagonismo está en Guillermo, primero en la línea de sucesión.
Carlos III continúa con sus deberes constitucionales y mantuvo su reunión semanal con el primer ministro Rishi Sunak, aunque fue por teléfono. El monarca se ha desplazado a su casa campestre de Sandringham, en el condado inglés de Norfolk. Los médicos les han recomendado evitar en lo posible reuniones en persona para no contagiarse de ningún virus durante el tratamiento. Según Palacio, el monarca sigue allí con su rutina, entre ellos, sus quince minutos de ejercicio cada mañana. Aunque la propia Camilla, su esposa, le ha pedido que baje el ritmo de trabajo.
Existe optimismo al haberle detectado a tiempo el cáncer. No obstante, cuando un jefe de Estado enferma a los 75 años se debe tener todo preparado. La muerte de un monarca es tan importante que requiere mucha planificación para garantizar una transición sin problemas.
Para Isabel II este plan se llamó «Operación Puente de Londres» y establecía todos los detalles de lo que ocurriría durante los diez días siguientes. La operación se creó ya en la década de 1960, pocos años después de su coronación. Y ahora se ha hecho lo propio para Carlos III.
El nombre en clave para activar el protocolo en caso de muerte es «Operación Puente Menai», en referencia al primer puente colgante de hierro del mundo en Anglesey, Gales. Todos los miembros de la Familia Real tienen adjudicados nombres de puentes.
En cualquier caso, desde Palacio se transmite tranquilidad y no se habla oficialmente de crisis constitucional. Durante el tiempo que dure el tratamiento del monarca –que no se ha especificado– el príncipe Guillermo será una de las principales figuras en los actos oficiales. Pero, al menos de momento, serán «compromisos seleccionados» en lugar de retomar por completo toda la agenda.
Según los rotativos locales, el heredero al trono cuenta con la bendición de Carlos III para poder seguir cuidando de su mujer, Catalina, quien continúa recuperándose de una «intervención abdominal» sobre la que sigue un total secretismo. Desde Palacio confirmaron que no se trata de cáncer, pero no debe ser asunto menor dado que está de baja desde enero y no se espera que reaparezca hasta, como mínimo, después de Semana Santa.
Cactus24//08-02-2024
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