domingo, noviembre 17, 2024
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Hijos únicos: qué dice la ciencia sobre el impacto en los niños de no tener hermanos

Egoístas, mandones, torpes socialmente, celosos, acostumbrados a salirse con la suya y, por si fuera poco, bastante malgeniados.

Su mala fama los precede. Sin embargo, numerosos estudios muestran que estas no son características asociadas necesariamente a los hijos únicos, y que estos, en muchos sentidos, no son particularmente diferentes de aquellos niños que tienen hermanos.

“La evidencia, en general, no apoya la idea de que los niños que crecen como hijos únicos tienen una especie de déficit en sus hablidades sociales, comparados con los niños que crecen con hermanos”, dice a BBC Mundo Alice Goisis, profesora asociada de Demografía del Centro de Estudios Longitudinales del University College de Londres.

Estos niños son “comparables en términos de personalidad, relación con sus padres, logros, motivaciones y adaptación personal con niños que tienen hermanos”, añade la investigadora.

Un estudio llevado a cabo por Goisis y sus colegas, revela que son otros los factores de mayor peso que influyen en el desarrollo de los niños como, por ejemplo, la situación socieconómica de la familia o los recursos emocionales de los que disponen los padres.

Si bien algunas investigaciones muestran diferencias, Goisis señala que los motivos detrás de las discrepancias se deben al contexto y no al hecho de ser hijo único per sé.

“Encontramos, por ejemplo, que en Reino Unido, donde un hijo único es un indicador de haber crecido en una familia relativamente aventajada, estos niños tenían más tarde en la vida una salud igual o mejor en comparación con niños que tenían hermanos”.

“Mientras que en Suecia, donde prevalece la norma de tener dos hijos y los hijos únicos tienden a provenir de familias en una peor situación económica, estos últimos tienen una peor salud más adelante en su vida”, señala Goisis.

Es decir, la importancia del contexto y la enorme variedad que hay entre los hijos únicos hace que esta no puede considerarse como una categoría en sí misma.

Ventajas
Si bien el impacto en términos cognitivos o de sociabiliad puede no ser significativo, y se debe en mayor medida al contexto en el que crece ese niño, esto no significa que no podamos observar diferencias.

Cada posición dentro de la familia –ya sea en el rol de hijo mayor, del de medio o el más pequeño- tiene sus ventajas y desventajas, le explica a BBC Mundo Linda Blair, psicóloga clínica basada en Reino Unido.

Y esta situación más o menos ventajosa no es diferente en el caso del hijo único, aunque “este es el grupo familiar que más ha cambiado en los últimos 40 o 50 años”, (y que se ha vuelto más común, como resultado de una elección).

Una de las ventajas observadas por Blair en más de 40 años de experiencia, es la excelencia lingüística que suelen tener los hijos únicos.

“Esto ocurre por el aporte lingüístico de los padres, que no se ve interrumpido por el de otros niños, que tampoco proviene de sus pares, y que es necesario para el desarrollo del cerebro en los primeros 24 o 36 meses de vida”.

Esto le da a los niños una gran ventaja académica, añade.

Por otro lado, suelen ser muy buenos organizando y empleando su tiempo libre, ya que al no tener hermanos o hermanas, tienen que encontrar y decidir qué hacen con él.

Finalmente, señala Blair, “se vinculan con más facilidad con personas de más edad, porque hacen eso todo el tiempo”.

Desventajas
Del otro lado, no tener hermanos puede colocar al niño en una situación más desventajosa.

“Hay investigaciones que muestran que los hermanos pueden tener un efecto protector cuando hay en el hogar una relación disfuncional de los padres, en cuyo caso esta situación tiende a diluir el impacto negativo de estos estresores”, le explica a BBC Mundo Adriean Mancillas, psicóloga estadounidense y autora de “Challenging the Stereotypes About Only Children: A Review of the Literature and Implications for Practice” (“Desafiando los estereotipos sobre los hijos únicos: una revisión de la literartura e implicaciones para la práctica”, en español).

Por esta razón, Mancillas destaca la importancia de, en esos casos, considerar la búsqueda de apoyo más allá de las figuras parentales, como pueden ser los amigos cercanos o miembros de la familia extendida.

Una carencia notada por Blair es la falta de la llamada “inteligencia de calle” (street smart, en inglés) en los hijos únicos. Blair se refiere a esa suerte de inteligencia intuitiva y práctica, “que te permite reconocer rápidamente qué es lo que alguien va a hacer y que realmente no puedes aprender sino convives con gente de una edad similar”.

Otra característica, añade, es que como pasan gran parte del tiempo solos, o con adultos, no se sienten tan cómodos en el caos.

Blair insiste en que se trata de características generales, y que, como mencionamos en un principio, no existen una serie de reglas que permitan describir al hijo único.

Pero si la ciencia da por tierra con los prejuicios en torno a los hijos únicos que los pintan con colores muy poco halagadores, ¿por qué esta noción es tan difícil de erradicar y cómo surgió en primer lugar?

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