viernes, noviembre 22, 2024
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¿Por qué hay personas que se parecen mucho sin ser familia?

Seguro que alguna vez te ha pasado: un conocido te dice que te vio por la calle, pero no le saludaste. Preguntas detalles y te das cuenta de que es imposible que fueras tu porque no estuviste en ese sitio en ese momento. ¿Tienes un doble?

Lo cierto es que hay personas que comparten un parecido sorprendente sin tener ningún parentesco, y un reciente estudio ha explicado por qué.

Un equipo de investigadores liderado por el Dr. Manel Esteller, director del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, lo ha investigado y publicó los resultados de su estudio en la revista Cell Reports.

Para ello, reclutaron a personas que habían participado en el proyecto “I’m not a look-alike!” del artista canadiense François Brunell, que desde 1999 reúne a parejas de personas con un enorme parecido físico, pero sin ninguna relación familiar, de distintos lugares del mundo.

CARACTERÍSTICAS GENÉTICAS SIMILARES
Los investigadores estudiaron a 32 parejas de personas con un parecido razonable y las sometieron a programas de reconocimiento facial para identificar aquellas que eran casi indistinguibles entre sí.

Dieciséis de las parejas lograron puntuaciones similares a las de los gemelos idénticos.
Después, analizaron su secuencia de ADN (genoma), su perfil epigenético (es decir, los mecanismos de regulación del genoma) y su composición de microbios (microbioma).

“Lo que hemos hecho ha sido recopilar el mismo material biológico de estos individuos extremadamente parecidos (también llamados “look-alike” en inglés o “Doppelgänger” en alemán) para ver si encontrábamos una razón objetiva de su similitud”, explica el Dr. Esteller, que también es profesor de Investigación ICREA y catedrático de Genética en la Universidad de Barcelona.

Pudieron comprobar que las parejas de dobles comparten variaciones similares de su ADN, particularmente en relación con los genes involucrados en la formación de la boca, la nariz, los ojos, la barbilla y la frente.

En cambio, sus epigenomas y microbiomas eran diferentes.

Los parecidos no se limitarían a la cara. “Fue curioso comprobar que el parecido de estas parejas de dobles no solo se ceñía a los rasgos faciales, sino que, además de afectar a otras propiedades físicas (altura y peso), también se extendía a ciertos rasgos del carácter y el comportamiento”, señala el Dr. Esteller.

Este estudio, además de proporcionar información sobre la genética que determina nuestro rostro, puede abrir nuevas líneas de investigación en el futuro en varios campos.

De acuerdo con el Dr. Esteller, “proporciona las bases para que a partir del análisis de la imagen y la forma de la cara se puedan diagnosticar enfermedades genéticas”. Además, “permitiría reconstruir la cara de una persona desconocida a partir únicamente de una muestra de ADN, uno de los grandes desafíos de la medicina forense y criminalística”.

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