Con su radiante sonrisa y desbordado por la emoción, el ex toletero de los Medias Rojas de Boston David Ortiz, fue exaltado el domingo al Salón de la Fama — en una ceremonia en la que su hija Alexandra cantó el himno de Estados Unidos.
Cubriéndose con parasoles y agitando banderas dominicanas, legiones de fanáticos se congregaron en un campo adyacente al Clark Sports Center. El número 34 de Ortiz parecía estar en cada rincón.
Acudieron para ver al cuarto cuarto pelotero dominicano con una placa colgada en las paredes del museo de las leyendas del béisbol en Cooperstown.
“Gracias siempre por ser la Quisqueya, la bella. Nada comparado a eso”, proclamó Ortiz.
Ortiz, jugó 20 temporadas en Grandes Ligas, con los Mellizos de Minnesota y los Medias Rojas de Boston, y entró este año, en su primera oportunidad, en el Salón de la Fama, el más alto reconocimiento para un jugador de béisbol.
El dominicano, el cuarto de su país en alcanzar la gloria eterna, es uno de los peloteros que más influencia han tenido en la historia del béisbol estadounidense, no solo por su extraordinario rendimiento en el terreno, sino también por su innato liderazgo, su carisma y su trabajo al servicio de la comunidad.
Se acordó de sus padres, sus parientes y amigos, los entrenadores y directivos que le ayudaron a convertirse en una leyenda del béisbol y dio las gracias a la «comitiva» dominicana, encabezada por el ministro de Deportes, Francisco Camacho, que fue enviada a Cooperstown por el presidente Luis Abinader.
En sus 20 años en las Grandes Ligas, el dominicano lideró la liga en jonrones en la campaña de 2006, con 54 cuadrangulares, fue dos veces líder en bases por bolas recibidas (2005 y 2006), mientras encabezó el circuito en porcentaje de embasarse (2007), slugging (2016) y OPS (2016).
Lució un promedio al bate de .286 con 541 jonrones y 1.768 remolcadas.