miércoles, mayo 1, 2024
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Zumurucuare y La Cañada, orígenes y protagonistas

Virginia Vicenta cumplió 89 años el pasado 3 de febrero y le ha tocado ser la historiadora de la  familia Colina Giménez, cuyos padres, hoy fallecidos, fueron sobrevivientes de la hambruna de 1912 y de la batalla de Perico, en Pecaya, en 1903.

Su madre, Juana Francisca Giménez Revilla de Colina, nació en San José de Cocodite, municipio Falcón de la península de Paraguaná, de donde tuvo que huir en 1912 debido a la sequía y la hambruna que acabó con la vida de mucha gente. “Mi mamá se salvó de broma”, dice Virginia.

Su padre, Esteban Ramón Colina Mavarez, nació en 1882 en Yabalito, Pedregal.  Alistado en el Ejército, participó en la batalla de Perico, librada en Las Adjuntas de Pecaya, en 1903. Con el tiempo se vino a Coro donde comenzó a trabajar en las minas de carbón en el Saladillo, trabajo en el que duró poco debido a que, además de ser tratados como esclavos, muchos mineros morían tapiados.

Su siguiente trabajo fue como obrero del general Gabriel Antonio Laclé, vicepresidente del estado Falcón. Comenzó a cubrir grandes extensiones de terreno dentro de los cuales había no menos de seis corrales de chivos, además de árboles frutales como semeruco, melón; también chiguare. 

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En aquellos tiempos llovía con mucha regularidad y muchos chivos y cabras morían al no poder consumir el pasto que quedaba anegado. Cada vez que moría un animal, Esteban Ramón solía botarlos en determinado sitio que con el tiempo comenzó a ser poblado por zamuros que devoraban los despojos. Había tantos que cierto día se le ocurrió llamar a aquel hato, Zamurucuare, lo que es hoy conocido como Zumurucuare. 

Esteban vio comprometido su futuro en mayo de 1926 cuando al general Gabriel Antonio Laclé lo asesinaron con un tiro en el hígado durante la invasión que un grupo de venezolanos libraron desde Curazao. Esteban siguió cuidando del hato Zamucucuare hasta que con el tiempo apareció Sebastián Laclé, quien lo mantuvo encargado por un tiempo. 

Esteban Ramón conoció a Juana Francisca y se hicieron pareja, protagonizando uno de los primeros matrimonios en Zamurucuare. Producto de esta unión nacieron 5 de los 8 hermanos.

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Virginia cuenta que cierto día llegó a Zamurucuare Pedro Manuel Torres, dueño de otro hato llamado Llano Grande, que abarca lo que hoy es la urbanización Monseñor Iturriza, Ciudadela, Ezequiel Zamora y otros. Le ofreció a Esteban un pedazo de terreno para que construyera su casa, su corral de chivos e hiciera su conuco. 

Virginia tenía apenas 1 año de edad cuando migraron en septiembre de 1934 al territorio ubicado entre los dos hatos. 

Su hermano Tomás, tenía apenas 3 días de nacido. En el lugar llovía en abundancia y estaba rodeado de quebradas, lo que inspiró a Esteban Ramón para bautizar aquel sitio como Isla del Hato, por estar su rancho y una especie de isla.

Vivían de la cría de animales, la venta de leche, así como de la siembra de pepino, patilla y frijoles. Eran tiempos en los que se cocinaba en fogones alimentados por kerosene y cuya mecha era encendida mediante el chispazo que producía chocar dos piedras o golpear con el machete una de ellas para que la chispa cayera sobre la yesca. Las ollas eran de barro y arcilla, mientras que la única luz nocturna o era de la luna o de los mechurrios o lámparas de kerosene.

El jabón para lavar se hacía con ceniza o lejía de yabo, graso de chivo y tierra, todo pasado por un proceso que demoraba hasta un día y que llevaba candela y paleta. No había cepillo para fregar, así que usaban una concha de coco, recuerda Virginia. 

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Aquel sector se llamó Isla Hato por casi tres décadas hasta finales de 1960 que los hermanos Colina Giménez recibieron la visita de un hermano de su mamá, el tío Juan Francisco Giménez, quien de Caracas, trabajaba hacia distintos sectores de Venezuela conduciendo un autobús.  La familia le dio alojamiento en la casa y para entonces cayó un torrencial aguacero que inundó todo alrededor. 

“¡Esto es un cañadón, no una isla!” dijo al comparar aquel caudal como los característicos de algunas zonas de Caracas.

Al siguiente día tomó una tabla y sobre esta colocó el nombre La Cañada, poniéndolo visible en la variante Falcón-Zulia. Desde entonces se le conoce como La Cañada, hoy día uno de los sectores más populares de Coro. 

De los hermanos Colina Giménez, murieron José Nicolás, quien era el mayor, Juana de la Cruz, Josefa Lucas  y Daniel Atanasio, quien además era músico. Viven y son testigos de este relato: Virginia, de 89 años;  Tomás, de 88 años; Josefina Colina, de 85 años y Flor María, de 81 años, la cantante del grupo familiar.

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Cactus24//10-06-2022

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