Es habitual que tanto los niños y adolescentes manifiesten incertidumbre, miedo e indecisión ante una situación en continuo cambio. Tras una reacción inicial de posible alegría por la suspensión de las clases, empezarán a manifestar el aburrimiento, la impaciencia, la soledad, la dificultad de los padres para estabilizar el cuidado de los niños con el trabajo o para establecer límites.
La continua marea de noticias, los rumores, las contradicciones y las recomendaciones oficiales conllevan de forma necesaria momentos de pánico e indecisión tanto en los niños directamente, como en los adolescentes y adultos a su alrededor. Además de la limitación de las actividades fuera del hogar y la suspensión de las clases, muchos proyectos personales y familiares, como viajes, celebraciones y otras decisiones importantes se van truncando. Algunas familias pueden sufrir restricciones económicas debido a la situación laboral. Y es cierto que por el momento se desconoce cuánto va a durar la situación.
Es normal y totalmente comprensible que toda la sociedad sienta miedo a contagiarse, enfermar, tener que aislarse en cuarentena, contagiar a los de alrededor o incluso tener pensamientos catastrofistas o temor la muerte, tanto propia como de los seres cercanos más vulnerables.
El confinamiento puede generar tensión entre los distintos miembros de la familia. Los niños también muestran estas mismas preocupaciones. Los adolescentes están acostumbrados a convivir con sus amigos, compañeros y también con la familia completa, tíos, primos y abuelos. La suspensión de las actividades escolares presenciales en un principio les puede parecer novedosa, pero pronto comenzarán a aburrirse y agobiarse. Les hará falta pasar tiempo al aire libre, estar acompañados y hasta tener obligaciones rutinarias.
Recomendaciones al respecto
• Tener paciencia, los adultos somos un ejemplo para los niños y adolescentes, mostrarles apoyo y cariño incondicional.
•Permitirles e incluso animarles a mostrar sus sentimientos y miedos. Validarlos, es decir, no impedirles expresarlos y ser comprensivos. A los más pequeños se les puede poner nombres divertidos que ellos mismos elijan o ayudar con cuentos, dibujos, juegos, videos o canciones.
• Obtener información de fuentes fiables, filtrarla y ofrecérsela de una forma adaptada a su edad, separándoles si es necesario las conversaciones por edades. Limitar la exposición a las noticias.
• Tratar de evitar los gestos de discriminación o rechazo hacia otras personas afectadas, en cuarentena, o que por motivos justificados deban prescindir del confinamiento (citas médicas, compras necesarias, etc). El temor a ser contagiados puede hacer que realicemos comentarios o gestos despectivos hacia estas personas. Los niños son un reflejo de las reacciones de los padres, por lo que debemos mostrarnos cuidadosos al relacionarnos e interactuar, e instruirles a los niños en este aspecto.
• Las rutinas y el orden, según los estudios de la Dra. Azucena Díez, destaca que son necesarias para los niños y porque les dan seguridad. Esta situación originó desorden en los horarios de comidas y sueño, mayor sedentarismo, y más irritabilidad y problemas entre hermanos.
• En situaciones difíciles es habitual permitir a los niños y adolecentes saltarse los límites o intentar compensar el malestar con bienes materiales. Por ejemplo, será muy frecuente durante el aislamiento excederse en el tiempo de pantallas, en especial en adolescentes. A medio y largo plazo, consentir y sobreproteger conlleva consecuencias negativas. Debemos intentar seguir estableciendo límites, con cariño y coherencia.
• Buscar formas alternativas de comunicación y unión con los seres queridos, como llamadas, en especial mediante videoconferencia, cartas, e-mails, dibujos o manualidades dedicadas a ellos.
• Tratar de usar el sentido del humor. Ser creativos.
• Ofrecer mensajes de confianza y esperanza, explicándoles que no solo nos protegemos a nosotros mismos sino también a los demás y recordarles que es temporal, “pronto todo pasará”.