viernes, abril 26, 2024
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Jenny González: “El cáncer es una enfermedad traicionera, hay que cuidarse”

Hizo una pausa a sus rutinas para contar su historia. En la última década y, gracias al diagnóstico de una enfermedad terminal, Jenny González, exfiscal del Ministerio Público, abogada penalista, criminóloga, especialista en criminalística y corredora inmobiliaria; aprendió que el “amor de Dios y los seres queridos es lo más importante en la vida, lo demás es pasajero”.

Le diagnosticaron cáncer de mama a los 41 años y por no recibir el tratamiento oportunamente, forma parte del número de pacientes que de un momento a otro pueden recaer en la enfermedad. “El cáncer es una enfermedad traicionera, hay que cuidarse”.

Para explicar cómo traiciona el cáncer, González hace referencia a la pérdida de tres amigas en 2020 a causa de la metástasis. “Es una enfermedad que no se va, quedas con esa sentencia a muerte y sin saber cuándo puede volver”. Por eso invierte su tiempo en Dios, su familia y en crear una fundación para ayudar a los más necesitados del país.

Con una voz apacible y recalcando a cada momento lo importante de vivir un día a la vez, Jenny recordó una de las etapas más duras que ha vivido ella y su familia. Empezó en 2010 tras sentirse una “pelotita en su seno derecho”. Acudió a la ginecóloga, le hicieron una punción y el resultado dio negativo. En cuestión de meses, el tumor alcanzó los cuatro centímetros.

 “Tuve la bendición de que una vecina era médico internista y ella me recomendó pasarme por su consultorio para hacerme un eco. Ella sabía lo que tenía, pero no me dijo nada y me recomendó hacerme la extracción de emergencia”.

Trascurrió un año, desde la punción hasta la extracción del tumor. Jenny alega que en ese momento ella estaba muy ocupada. Era fiscal del Ministerio Público, trabajaba mucha horas, sus prioridades se centraba en destacarse en su profesión y académicamente. En ese afán descuidó su salud, no se alimentaba bien, no descansaba lo suficiente y sufría de estrés constante.

El oncólogo antes de la cirugía le explicó detalladamente lo que haría. Lo que le permitió al salir del quirófano entender lo que ocurría en su cuerpo al escuchar una conversación entre los enfermeros que la asistían. Le habían hecho un vaciamiento axilar y era  positivo para cáncer. El 17 de mayo de 2010 se convirtió en paciente oncológico.

En ese momento, la compañía de una amiga y la explicación de una enfermera cuya madre había sufrido cáncer y pérdida de sus dos senos y seguía viva 20 años después, la hicieron tomar la noticia con calma.

“Quien me operó dijo que yo iba a estar bien, porque el cáncer no había iniciado la etapa dos y que con radiación era suficiente. Sin embargo pasó el tiempo. No inicié el tratamiento a tiempo ni me indicaron las quimios oportunamente. Se pasaron mis tiempos para tratarme y las consecuencias vendrían después”.

González recomienda a toda paciente que acuda a especialistas reconocidos, con trayectoria en el área. No tomar ese aspecto en cuenta le pudo costar a sus hijas perder tempranamente a su madre. Cambió de médico, este le indicó 36 sesiones de radioterapia y le explicó que existía la posibilidad que el cáncer hubiese migrado a otras partes del cuerpo. En ese momento iniciaron sus temores y una fuerte depresión.

El centro de salud donde recibió la radioterapia ubicó esa zona alejada del resto de los consultorios. Había que descender por una rampa. “En ese momento sentía que iba camino a la muerte. Es una sensación, es una angustia y te confrontas a diario con la idea de morir. Piensas en tus hijas, ambas estaban pequeñas”.

Sobrevivió a esa etapa, inició, terminada la radio, su terapia de quimio en pastillas y lo mantuvo por seis años. Luego le tocó cambiar de tratamiento, este empezó a deteriorarle los huesos, dejó de caminar y seis meses después decidió suspenderlo por completo. “Me puse en manos de Dios y seguí la vida”.

Ahora, 10 años después de iniciar el tratamiento y salir negativa a los chequeos anuales, Jenny agradece a Dios por darle lo que ella denomina “una ñapa de vida”.

Lamenta que la condición de Venezuela transforme el diagnóstico de cáncer “en una sentencia de muerte, porque los tratamientos son impagables cuando se consiguen”.

Su enfermedad le enseñó a hacer pausas cuando siente estrés, a valorar lo come y a preferir las verduras y frutas antes que los alimentos procesados; a buscar a un especialista calificado cuando siente un quebranto de salud, a perdonar y a pedir perdón diariamente a amigos y familiares porque no sabe cuándo pueda morir. “Fue una gran lección que me permitió entender que lo más importante en la vida es Dios, la familia y trabajar por el prójimo”.

Cactus24 (20/10/2020)

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