Frente a una estatua monumental de la Santa Muerte, devotos mexicanos ahora rezan con las manos elevadas al cielo por protección ante el Covid-19 y la crisis económica que enfrenta México, como muchos otros países en el mundo, tras el azote de la pandemia.
El ritual ocurre en Tultitlán, vecino de la CDMX donde se levantó la imagen de fibra de vidrio de 22 metros de altura para idolatrar u rendir tributo a la parca, cubierta con una túnica dorada, con un esqueleto que contrasta con el cielo azul, con sus brazos abiertos como el famoso Cristo Rey.
De acuerdo con algunos historiadores, el culto se remonta al siglo XVIII, cuando los indígenas rendían tributo y adoración a un esqueleto en el centro de México y durante siglos se mantuvo en secreto, hasta que en la década de 1950, el rito volvió a la luz, especialmente en la Ciudad de México, debido a una migración rural forzada por la pobreza, según Bernardo Barranco, un sociólogo de varias religiones.
La información del diario El Heraldo de México, asegura que la llamada «niña blanca» es venerada por delincuentes, que la ven como escudo, pero para Barranco esta devoción «es una herejía católica y una adaptación al mundo áspero y duro, socialmente hablando»
“No es una religión, es un culto (…), se puede ser católico, evangélico y ser seguidor de ella”, acota el experto. Son varios creyentes al mismo tiempo de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, pese a que para el catolicismo no la considera un santo, sino un estado y condena esta práctica.
En febrero de 2016 el papa Francisco dijo en México, que le preocupaban quienes se revestían de macabros símbolos para comercializar la muerte» y algunos sintieron que hacía referencia al culto que tiene un número considerable de fieles.
Cactus24/14-10-2020