El Gobierno del Líbano ha dimitido tras la explosión en el puerto de Beirut del pasado martes. La negligencia de la clase política ha llevado a la sociedad libanesa a tomar las calles exigiendo la renuncia de sus gobernantes, incapaces de responder a la emergencia humanitaria que asola al país. Después del goteo de dimisiones de los últimos días, el primer ministro Hasán Diab ha anunciado este lunes la dimisión en bloque de su Ejecutivo.
Vítores entre las ruinas de Beirut. A las puertas del Parlamento libanés, la multitud congregada durante las dos últimas jornadas ha celebrado el anuncio de la retirada del Gabinete liderado por Diab. El líder suní llevaba en el poder desde enero tras la renuncia de Saad al-Hariri por las movilizaciones contra la corrupción de la clase política iniciadas el 17 de octubre del 2019. Como respuesta a las demandas de la juventud libanesa, Diab formó Gobierno gracias al apoyo de la milicia chií Hizbulá y sus aliados. Un gabinete nada innovador.
Tras la explosión en el puerto de Beirut que ha dejado 163 muertos, 6.000 heridos y decenas de desaparecidos, los libaneses ocuparon las plazas rabiosos con unos líderes ausentes e incompetentes. En los últimos días, la fuerza del movimiento ciudadano se ha llevado por delante las dimisiones de cuatro de los 30 ministerios, Información, Medio Ambiente, Finanzas y Justicia, junto con la renuncia de nueve diputados.
Sistema sectario
«Todos, que caigan todos», exigía una sociedad que reniega de la convocatoria de elecciones anticipadas, anunciada por Diab este sábado, ya que el sistema electoral y la tradición política libanesas benefician a los partidos tradicionales. El acuerdo de Taif firmado en 1989 para poner fin a la guerra civil libanesa (1975-1990) garantizaba la perpetuación del sectarismo político. Desde entonces, el primer ministro tiene que ser un musulmán suní -hasta ahora, Hasán Diab-, el presidente libanés debe ser un cristiano maronita -Michel Aoun-, y el presidente del Parlamento, un musulmán chií -Nabih Berri-. A su vez, el Parlamento libanés reserva la mitad de sus escaños a políticos musulmanes y la otra, a cristianos, dificultando la entrada de nuevos partidos.
Ante la perpetuación de un sistema corrupto e ineficiente anclado en una tradición política del pasado, el movimiento 17 de octubre insistía en la caída del régimen y defendía su no alineación con ningún partido político y su carácter antisectario. Los señores de la guerra tienen que irse, aunque ellos no están dispuestos a abandonar el poder tan fácilmente.
Pese a las demandas de una investigación internacional para esclarecer la presencia de 2.750 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut durante seis años, el presidente libanés, Michel Aoun, ha considerado que estas exigencias solo tienen «como objetivo perder el tiempo, y el Poder Judicial debe ser rápido y, sin apresurarse, confirmar quién es un culpable y quién es inocente».
Cactus24/10-08-2020