domingo, noviembre 17, 2024
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Crónica de una familia humilde en cuarentena

Son las 2 de la mañana. Betania, recién dio a luz. Alista a su bebé de apenas 15 días de nacido y a sus otros tres hijos. Junto a su esposo salen a recorrer las calles de Valencia buscando plástico para vender y sobrevivir: Empiezan por la avenida principal de La Florida, toman la Lisandro Alvarado con sentido al hospital central, siguen hacia el periférico La Candelaria y retornan a su ranchito en las invasiones Villa Samán, muy cerca de La Charneca, al sur de la ciudad. Así han sido los últimos ocho años de la familia Gómez Díaz.

La difícil situación económica que vive Venezuela la enfrentan en primera línea. Hace 10 años, cuando Betania apenas cumplía su mayoría de edad, decidió unirse sentimentalmente con José, 16 años mayor que ella. Desde entonces, han traído al mundo a cuatro hijo: Karleydis (11a), Reina (7a), Reiby (2a) y José Alexander, quien nació por parto normal. Éste podría no ser su último hijo. Aunque pidió que la esterilizaran en el hospital donde acudió, los médicos le dijeron que era muy joven.

Hace dos años unas 30 familias tomaron un terreno de aproximadamente una hectárea y levantaron viviendas improvisadas. La de los Gómez Díaz es de tablas y por dentro reforzada con cartones. La composición de flores de papel le dan un toque «aromático». Una sábana sirve de pared para dividir lo que serían dos cuartos. En un par de colchones individuales pasan las noches los seis. Las recientes lluvias refrescaron la siembra de aguacate y cambur que tienen en la entrada al rancho, cuya cosecha ha servido para engañar al estómago cuando los días se hacen más largos por falta de comida. Pero también los llevó a reducir el espacio donde duermen porque adentro todo se moja.

Betania va ayudando a su esposo a recolectar el plástico. En una bolsa van guardando todos los envases que consiguen en la calle. Es un trabajo en equipo. En tres días logran recoger entre 20 y 30 kilos para venderlos al mejor postor: dos mil 500 bolívares soberanos pagan por cada kilo. Unos 75 mil bolívares en efectivo para comprar, en un país dolarizado, arroz, yuca y huevo. O para lo que alcance. Pero en los últimos 30 días que lleva Venezuela en cuarentena el trabajo se ha hecho cuesta arriba y solo han podido reunir 15 kilos. Un rincón de la casa, donde acumulan los desechos reciclables, es testigo de la poca producción que han tenido durante el mes.

Con 17 años ya Betania visitaba una sala de parto. También enfrentaba su primer proceso legal porque nunca había sido presentada ante un registro. Menos ha cedulado. Pero así continuó la vida para la mujer de 28 años que, a pesar de las circunstancias, es luchadora y dedicada a sus hijos.

La familia regresa a la casa luego de recolectar el plástico. Si tienen qué, comen. Karleydis y Reina tienen que seguir con sus estudios a distancia, pero están lejos de hacerlo. Aunque no tienen un celular con acceso a WhatsApp, como sugirió el ministro de educación Aristóbulo Istúriz para recibir clases, Betania le envió a las maestras el número de su vecina para que le hicieran llegar por esa vía las actividades, pero no lo han hecho. Siguen esperando y es poca la enseñanza que la madre les pueda dar a las niñas porque a duras penas Betania y José saben leer. Dicen que nunca es tarde para empezar a estudiar y Betania tiene el deseo de hacerlo y superarse, pero no la aceptaron en la Misión Robinson por no tener una identificación.

La madre sabe poco sobre el tema de la pandemia y cómo evitar contagios. No acostumbraban a usar tapabocas, hasta que una persona se los donó para que se protegieran. Entiende que para prevenir deben lavarse las manos constantemente, pero no tienen jabón ni cloro para rociar en el piso de tierra porque el poco dinero que perciben lo usan para comprar alimentos.

Para los Gómez Díaz no hay cuarentena. Es como un lujo que no se pueden dar. Si no salen a buscar plástico no comen, así que deben seguir en las calles mientras dure la contingencia. Mientras tanto, seguirán confiando en Dios, cuya fe se reflejan en los cartones que forman su humilde hogar, para seguir sobreviviendo. 

Foto: Jacinto Oliveros

Cactus24/20-04-2020

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