Las cicatrices en su cuerpo cuentan, sin palabras, su lucha contra la muerte. Geremy Alexander Galarraga Contreras, de nueve años, se siente bendecido. Él y su madre, Yaneidy Carolina Contreras, de 29, sobrevivieron a la explosión de su casa y a las quemaduras de segundo, primer y tercer grado en 80 por ciento del cuerpo. Ahora quiere agradecer a Dios y a quienes lo ayudaron.
“Debemos valorar la vida, agradecer a Dios por lo que nos da”, señala.
“Parecía un superhéroe con capa. Tenía la cortina con fuego pegada a la espalda”, bromea y ríe el niño al recordar la explosión en la casa alquilada, en el sector El Cerro de Los Muertos, Los Teques del estado Miranda.
Sus recuerdos sobre lo ocurrido la noche del 22 de noviembre de 2019 son
vagos.
Estaba en su habitación y corrió a la cocina. Su madre yacía inconsciente en el piso. Mientras intentaba auxiliarla se quemó. Su sonrisa se borra de su rostro, llora. “Quería ayudarla. Pero juró que no podía. No quería que se muriera”. Escuchó que tumbaron una pared y corrió por ayuda, comenta el niño.
Los vecinos los rescataron, los llevaron al Hospital Victoria Santaella, en Los Teques, y allí se quedó dormido. Su abuela, Yasmira Conteras, lo ayuda en su relato.
Su recuperación terminó en el Hospital Coromoto, en Maracaibo. Geremy llegó, el 29 de noviembre de 2019, en coma. Las esperanzas de supervivencia eran mínimas. Tenía afectado hasta los pulmones. Los médicos dijeron que, si sobrevivía, su recuperación tardaría de nueve meses a un año.
“Milagrosamente, regresamos a casa en solo tres meses y medio” Geremy interrumpe a su abuela con su elocuencia y buen humor. “Las enfermeras son lo único que no me gustó de Maracaibo”. Tras el regaño de su pariente, el niño vuelve a su discurso de agradecimiento.
“En ese hospital, Dios obra todos los días. Mi abuela me cuenta que conmigo
había otros 10, seis niños y cuatro adultos. Solo yo sobreviví”, agrega.
Para su recuperación necesitó milagros financieros diarios para comprar todos los insumos, debía visitar dos veces por semana el quirófano para cirugías múltiples.
“Lo que más nos ayudó fue la fe, su buen humor y su deseo de ver a su mamá”.
En su escuálido cuerpo quedan secuelas irreparables y lo hacen temeroso al roce social. Su abuela evoca un episodio en el Coromoto. “Estaba en una sesión de película. Una niña se acercó y le dijo: ‘Si eres feo. Por qué estás tan feo niño’. Por la insistencia de la niña me pidió regresarnos al cuarto”.
Aún el proceso no termina, faltan jornadas de terapia para recuperar la movilidad de su brazo y su pierna, los injertos terminen de cicatrizar y que recupere sus actividades de rutina en la escuela, su comunidad y la iglesia, pero Geremy se repite: “Dios es poderoso.
«Los milagros existen, yo soy uno de ellos y debo agradecerlo”, dice.
Cactus24// 25-03-2020