De apariencia impecable, cortés al hablar y al actuar. Su caminar lento y con dificultad le triplica la edad. Apenas puede mover sus piernas, se sujeta a una silla plegable para subir las escaleras. Un paso a la vez. Luz Marina Suárez Reyes, de 70 años, no acepta ayuda. Suelta la batuca, lentamente adopta una posición erguida, abre los brazos y llama: “Peluuusaaa, Peluuusaaa”. El gato que jugueteaba a unos metros abandona su quehacer y camina hasta los pies de la anciana. Ronronea, se deja acariciar, un par de maullidos y la acompaña a la puerta. Ese es uno de los 51 felinos y cuatro perros que conviven en un apartamento de 86 metros cuadrados con la abuela, quien hace más de tres décadas transformó su domicilio en un albergue para animales callejeros.
Vive en el primer piso de la torre 42 de la Villa Bolivariana, avenida 40 de la urbanización San Francisco, municipio San Francisco del estado Zulia. Tarda unos 10 minutos en subir los 18 escalones para llegar a su apartamento. La entrada principal la forró de estambre, retiró todos los muebles y desinstaló los grandes ventanales para mejorar la circulación del aire. Ahí convive, con los gatos, los perros, su esposo, Eusebio Contreras, y sus dos hijos, uno de ellos con problemas de esquizofrenia. Cada integrante de la familia desempeña una función en el albergue improvisado. Todos colaboran con el sueño de la anciana, quien desde su juventud anhelaba un refugio para los animales desamparados.
La labor de la Señora de las flores y los gatos, como la conocen en el municipio, no se limita a su domicilio. Atiende 300 gatos y otros 30 perros en condición de calle. Quienes la conocen admiran su dedicación desinteresada por los animales. Una vecina comenta que hace milagros cuando los ve enfermo. A unos 50 metros de su residencia albergó a su último paciente, Canelo, un perro callejero que ya todos daban por muerto.
Luz Marina recuerda perfectamente a Canelo. Aún no le ha dado el alta. Lo encontró con una herida profunda en el lomo, los gusanos ya brotaban. Una tarde decidida a no dejarlo morir, buscó unas sábanas viejas, le improvisó una cama debajo de un tarantín, donde antiguamente ella vendía ramos de rosas; y lo acostó. En la primera noche le extrajo mil 500 gusanos. Después admite que decidió no seguir contándolos. Dormía en la calle con Canelo, con un pedazo de cartón le espantaba las moscas. Su entrega motivó a otros, la ayudaron con los medicamentos y alimentos para recuperarlo. “Ya está sano”, le brillan los ojos al saberlo recuperado. Lo desparasitó y espera el apoyo de unos veterinarios para inyectarle complejo vitamínico.
En sus años de servicio, Luz Marina ha formado su red de ayuda con veterinarios, dueños de restaurantes y puestos de comida rápida; diseñó una metodología de trabajo para ayudar a aquellos que no puede llevar a su apartamento. Todas las noches sale en busca de alimentos, su esposo la ayuda a prepararlo y a llevarles una poción a todos los animales en la urbanización. Cuando llegan a su hogar pasa revista para descartar que falte algún gato. Cuando falta uno de sus felinos sale por las calles a buscarlo. Cada uno tiene su nombre y, a pesar de su edad, no los confunde.
-¿Por qué no los deja libre?
– Los animales en las calles terminan debajo de las ruedas de los carros. En estas calles hay historias tristes, muy tristes de animales muy queridos
Luz Marina sostiene que su propósito no es quedarse con los gatos ni los perros. Su misión es buscarles un hogar. Ha encontrado familias temporales en El Bajo, Sierra Maestra, Pomona, Torres de El Saladillo y ha podido dar en adopción más de 500.
El proyecto de la anciana lo escribió con su puño y letra en un pliego de papel. Espera poderlo entregar personalmente a los gobernantes. La necesidad está en su municipio y ese sería su legado. Su albergue inicial ha tenido una leve modificación en los últimos años. Luz Marina ha tenido que compartir el alimento de sus animales con seres humanos. Ahora anexó a su proyecto un espacio para compartir con niños y mujeres desamparadas. “Ahorita puedo buscar para un sancocho. Pero me hace falta el espacio. La necesidad está en todas partes y eso me entristece”.
La abuela y su familia sobreviven con las pensiones y los bonos que otorga el gobierno. Su hija elabora arreglos florares y ayuda con los gastos. El hijo menor está incapacitado mentalmente para ejercer algún oficio. Pero Luz Marina no ve en sus limitaciones un impedimento para alcanzar sus sueños, solo necesita del buen corazón de quienes la rodean. No tiene teléfono directo, pero cuenta con el número de Karelis Villasmil 0414-6189734, para quien quiera donar comida o medicinas para sus gatos y perros. También tiene a la cuenta en el Banco Occidental de Descuento a nombre de Luz Marina Suárez Reyes, C.I. 3.507.752, número 0116-0135-9100-2355-6064 para quien desee darle un aporte.
“No es fácil el trabajo. Pero tenemos ganas. Nos falta juventud y a hasta salud, pero no nos podemos dar por vencidos. Juntos podemos y lo haremos. San Francisco tendrá su refugio”, concluye la abuela.
Otra historia de una valerosa mujer. Es por ello que este #MarzoDeMujerCactus24 será un mes de muchas historias especiales y exclusivas para resaltar su ímpetu y espíritu guerrero.
Cactus24 (09-03-2020)