El gran problema que afronta Guaidó (por ser el líder de la oposición en este momento) es que el venezolano se encuentra sumergido profundamente en un océano de desesperanza y apatía. Tras haber puesto sangre (mucha), sudor y lágrimas en 2002, 2014, 2017, así como en las innumerables protestas de los últimos 2 años, el ciudadano siente que continuar exponiendo su vida, ante las indolentes armas que poseen quienes defienden al régimen, de nada ha servido… el chavismo continúa usurpando el poder.
Las protestas masivas parecen descartadas de momento, el castrismo venezolano ha sabido intimidar a través de los colectivos y demás fuerzas públicas, quienes a la hora de reprimir lo hacen con una crudeza ajena a nuestra idiosincrasia. Por otro lado, el venezolano se encuentra preocupado y ocupado tratando de resolver su realidad personal/familiar, en esta Venezuela cubanizada ello capta la mayor parte del tiempo. A parte, los más de 5 millones de emigrantes merma nuestro “ejercito ciudadano”, todo esto sin mencionar el analgésico social que resultan las remesas que estos envían, mismas que ayudan a un número importante de venezolanos a paliar la crisis. Las protestas están en “stand by”.
El voto es otra herramienta anulada de raíz, el venezolano perdió la esperanza en el voto toda vez que el régimen al perder un espacio de poder lo neutraliza, le resta recursos, competencias, le impone un poder paralelo o le inventa una medida como el “desacato” a la AN. El voto en Venezuela perdió sus 3 características fundamentales; no premia, no castiga, ni genera cambios. Cualquier proceso electoral en estos tiempos de usurpación solo generarán otra abstención histórica y un espejismo de triunfo al castrismo venezolano, pues con su esclavitud electoral se hace de los espacios en disputa con mínima participación, dicho sea de paso, inflando los números a su entero placer, como la misma Smartmatic lo dejó saber en la ANC. La vía electoral en la actualidad es solo un acto del Psuv dónde él régimen tarifa supuestos opositores, que en el plano de la representatividad poseen legitimidad igual a cero.
La intervención extranjera debe observarse desde dos extremos; El primero es evidente, desde época de Chávez en el país existe una pública intervención cubana en todos los ámbitos de la nación, incluso, en estamentos militares y del poder público se iza la bandera cubana, hoy es tan confesa esta intervención que recientemente Maduro tuvo la osadía de integrar al consejo de ministros al embajador de Cuba. Del mismo modo, Rusia también ha tomado parte en la política interna, entre otras indecibles naciones. Por el lado opositor se espera una coalición militar internacional resuelva la inconstitucionalidad reinante, hecho poco probable. Sin embargo, en la forma como Donald Trump se ha inmiscuido en el tema Venezuela, sobre todo apoyando a Guaidó en la forma como lo acaba de hacer, una acción promovida por Estados Unidos parece una opción no descartable, opinamos.
Hay lugar para otro escenario, la caotización del caos. El chavismo es presa de sus propios errores, el deterioro económico, político y social del país es producto de sus desmanes. La in crescendo impopularidad, la crisis de todo lo público, de todo lo privado, las sanciones y presiones internacionales, las divisiones internas del régimen, pudieran obsequiarnos un desenlace sorpresivo ante un país absolutamente inviable, desnaturalizado.
Sea como sea, la segunda independencia de Venezuela no es tarea fácil, pero es un hecho por su importancia histórica, geopolítica. La velocidad de los hechos lo determinará el dinamismo del venezolano de a pie, una sociedad dinamizada para alcanzar su libertad pudiera generar resultados más rápidos que los de la política invisible, oculta, la de los políticos, sus estrategias, sus tiempos. @leandrotango.
Cactus24 (17-02-2020)