Era cerca del mediodía de este jueves y los oficiales de la Policía Municipal de San Diego en Carabobo, Rafael Augusto Gil Rodríguez y Jhon Jairo Arias salieron, junto a un civil, a ver un carro que pretendían comprar en la población de Magdaleno, en el vecino estado Aragua. Pero una emboscada de la poderosa banda del «Tren de Aragua» cambió los planes: un tiroteo dejaba sin vida a uno de los funcionarios y a otro herido.
Arias manejaba el vehículo y Gil iba como copiloto. Al llegar al lugar acordado con los supuestos vendedores, fueron recibidos a disparos de armas largas. Gil habría sido el primero en desenfundar su arma para repeler el ataque, pero lo acribillaron hasta dejarlo sin vida en el asiento. Su compañero, con un disparo en la mano, condujo varios kilómetros para tratar de huir de la balacera que ya tenía planificada la organización delictiva, una de las más grandes y poderosas del país.
Al llegar a la entrada de Magdaleno los Polisandiego se toparon con una patrulla de la Policía de Aragua, cuyos funcionarios le prestaron primeros auxilios a Arias y solicitaron apoyo para trasladarlo a un centro médico. Por Gil ya no había nada qué hacer. El civil resultó ileso, toda vez que se acostara en la parte trasera de la vehículo.
De acuerdo a una fuente policial, los oficiales vieron una publicación de un carro que vendían a través de Facebook y se comunicaron con los supuestos vendedores, que resultaron ser unos criminales que ya tenían armado su plan de hacer llegar a los compradores a un lugar «sin cobertura» para ejecutar el robo del dinero.
El asesinato de Gil, un hombre con 10 años de servicio, causó conmoción dentro de los cuerpos de seguridad en Carabobo, pues se había ganado del cariño de muchos, sobre todo de la PM de San Diego y la PM de Los Guayos, donde inició su carrera.
«Era un muchacho educado, buen hombre y excelente policía. Este sábado le otorgaremos el ascenso post mortem en la sede del comando», comentó el comisionado Eleazar Villasmil, director general de la Policía de San Diego, durante el acto fúnebre donde también acudieron familiares, compañeros de arma y del equipo de softbol al que pertenecía.
Rafael Gil creció jugando pelota en el campo de béisbol cerca de su casa en Los Guayos. Sus compañeros del equipo «Maquinaria» lo recuerdan elocuente, siempre haciendo reir a muchos y excelente persona.
Mientras los detectives del Eje de Investigaciones de Homicidios de la subdelegación Villa de Cura trabajan en el caso para dar con los responsables, sus compañeros de la Policía pierden a un buen oficial y los de «Maquinaria» a uno de sus mejores pitcher.