jueves, noviembre 21, 2024
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Los límites del amor, aprender amar sin renunciar a lo que somos

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¿Qué son los límites?

Los límites dentro de una relación se refiere a lo que estás dispuesta a tolerar, y lo que no. Deben ser establecidos desde el principio y reforzarse cada vez que sea necesario. También irás poniendo nuevos conforme avance la relación y vayan explorando nuevos terrenos.

¿Cómo establecer los límites?

Para evitar encontrarte en situaciones que no te gusten durante una relación la fórmula es muy sencilla: piensa cualquier acción a largo plazo. ¿Vas a vivir con eso el resto de tu vida? Si la respuesta es  no, no lo aceptes.

El nivel de tolerancia ante las situaciones de la vida es muy diferente en cada persona así que no te compares con lo que hacen o permiten otros individuos, eres tú quién está en la relación y quien tendrá que vivir con esto.

Esta fórmula aplica a todo, desde salidas hasta toallas tiradas en el piso, aunque no se trata de hacer un dramón de telenovela por todo. Es importante elegir las batallas, pero esto se da hasta que hay una relación estable de por medio.

Para dejar las cosas claras desde el principio lo único que tienes que hacer es no aceptar situaciones que te hagan sentir incómodo. Por muchas ganas que tengas de ver a esa persona, o de hacer que la relación funcione, si no estableces desde el principio que algo te molesta la probabilidad de que la modifique es mínima.

Solemos dejar pasar cosas por no pelearnos, por miedo a estar solas, por terror de que se vaya y no nos vuelva a buscar pero si la persona realmente es consciente estará dispuesto a modificar algunos patrones con tal de estar a tu lado.

Si desde el principio de la relación tomas el rol de mamá, serás su madre todo el tiempo. Si te encargas de recoger su ropa del piso o dejas pasar las mentirás o  peor, una infidelidad, él va a suponer, como cualquiera lo haría, que es algo con lo que tú puedes lidiar.

Todo es cuestión de límites. Si algo no te gusta, hablarlo es la solución.

Muchas veces nos entregamos en cuerpo y alma. Damos todo por el otro: dejamos de lado nuestros tiempos, nuestros gustos, nuestros amigos. Nuestra vida pasa a ser vivida por y para la otra persona, nos olvidamos de quién somos, de nuestra esencia.  Y eso no nos hace bien.

¿Hasta dónde amar?

No hasta el cielo. Ni más allá de nuestra dignidad, de nuestra integridad, de nuestra felicidad. “Nuestra cultura ha hecho un paradigma del amor incondicional, el cual parte de una idea altamente peligrosa: ´Hagas lo que hagas te amaré igual´. Es decir, que a pesar de los engaños, los golpes, el desinterés o el desprecio…

El amor ilimitado, irrevocable y eterno es una idea errónea sobre lo que es el amor.

El mito del amor sin límites ha hecho que infinidad de personas mantengan relaciones dañinas e irracionales.

Pero si el amor teórico, el de las novelas, es ilimitado y no admite condiciones, el amor terrenal, ese que nos toca vivir día a día, tenemos que observar la realidad, el amor en pareja es un deporte de alto riesgo.

“Reconocer que existen ciertos límites afectivos no implica necesariamente dejar de amar, sino aceptar la posibilidad de modificar la relación en un sentido positivo o, simplemente, alejarse y no estar en el lugar equivocado, aunque duela la decisión”.

Tips para comenzar el cambio:

propone Walter Riso.

-Revisá tu metodología del amor de pareja y reemplazá algunos valores tradicionales (fusión/comunión, generosidad, deber) por otros más orientados a fomentar el bien común y más adaptados a nuestros tiempos. Un amor democrático.

-Incluí en tus relaciones los “derechos humanos”. Respetate –y fomenta te que respeten- tu dignidad y tu integridad. Apuesta  por un amor digno.

-Flexibilizá tus dogmas: todo depende. Puede ser que un matrimonio no sea para toda la vida; no toda separación es un fracaso; el amor no lo puede todo.

-No pierdas tiempo con quien no quiere dialogar ni negociar.

-”. No vivas aguardando un cambio que no llega. Y, tal vez, nunca llegue.

-No te esfuerce   en explicar lo obvio.

-Comprometete con contigo e intentá ser coherente: pensá qué querés y esforzaté por cumplirlo.

-Practicá el individualismo responsable: amá sin destruir tu yo.

-Recordá que eres una persona y no una cosa.

-No practiques la victimización ni la autocompasión.

Dejá las lágrimas para la novela de la tarde. Esas historias de amor dolorosas, sufridas, plagadas de traiciones y desencuentros se ven espléndidas detrás de la pantalla.

PD: Amar no es sufrir ni padecer. Amar no es esperar ni callar. Amar no es someterse. “Podemos amar sin destruirnos a nosotras mismas. (…) Para amar no debemos renunciar a lo que somos, ésa es la máxima. Un amor maduro integra el amor por el otro con el amor propio, sin conflictos”.

Animate a un amor saludable.

CACTUS24 (02/09/16).

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