domingo, diciembre 22, 2024
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¿Muchos abogados? por Rafael Córdova. C

“Hay verdades que parecen tener un valor universal”, tal conceptuosidad, deviene de un gran maestro jurista y filósofo venezolano, J.M.Ocando, en ocasión de observar la proliferación de abogadas y abogados que nuestras universidades, tanto públicas como privadas, egresan cada año.

Pues bien, oportuno mencionar también al jurista italiano Piero Calamandrei, quien en la afirmación ut supra decía: “En Italia, hay muchos abogados, pero justicia muy poca” no dista mucho en tiempo y espacio para tal afirmación, pues en Venezuela en pleno siglo XXI, podemos hacer un paralelismo acerca de esta cuestión.

A tal efecto, los estudios de derecho, afirma el profesor J.M. Ocando, tienen fama de ser “fáciles”, pues el deterioro del rigor académico, permite obtener el título sin mucho esfuerzo, siendo el egresado un candidato al ejercicio mediocre y mal habido de la profesión.

En todo ello, hay una variable importante como es la masiva afluencia de alumnos a las escuelas de derecho, todo porque la carrera es “fácil”, y no requiere de tanto “esfuerzo mental ni físico”; actualmente con periodos cortísimos que secundan el deterioro de las academias de derecho. Otra variable, es la relativa a los defectos del método catedrático, que no es otra cosa, que la prédica del profesor ante unos alumnos pasivos, silenciosos y somnolientos, inducidos al entumecimiento mental y al sueño físico. Es triste palpar que el profesor habla “para todos y para nadie”, presto a abandonar el aula al finalizar la prédica. Muchas veces los exámenes suele versar acerca de la lectura de viejos apuntes en papeles amarillentos que de año en año se manosean y hojean entre los alumnos.

Otra calamidad académica del quehacer universitario, son los exámenes. Allí rebota lo poco aprehendido en las clases, sin que el docente pueda exigir, mutatis mutandi, una opinión crítica, siendo que el alumno ha sido habituado a aceptar, sin discusión, las opiniones ajenas, sin pensar per se. Menos aún, en los momentos actuales, cuando la tecnología de los móviles está insertada en los cerebros anodinos. El docente no tiene otro recurso que efectuar los exámenes, para “probar” la capacidad de razonar por sí mismos, sin otra queja del que “eso no está en los apuntes”.

Volviendo al pensamiento del profesor JM Ocando, este afirma que la carga de la prueba esta invertida, y es el docente quien debe probar que su alumno no aprendió ni entendió nada de la materia examinada, especialmente cuando se trata de temas filosóficos. Y por supuesto, esto propicia la indulgencia en las pruebas que rebajan cada vez la dignidad en los estudios de derecho.

El docente que desee ser severo en los exámenes podría crear en poco tiempo, una repulsa o antipatía de tal magnitud, que la autoridad universitaria tendría que prepararse para enfrentar la presión o tumulto estudiantil con su ius patalendi, buscando la solución pedagógica al conflicto.

De tal manera, que la masificación estudiantil conlleva a la masificación profesoral, siendo que habrá más catedráticos que no satisfacen los requerimientos exigidos por la Ley respectiva. Así, podemos afirmar que la calidad buscada por la Alma Mater, estará revertida en detrimento de la producción científica por parte de sus docentes. Lógicamente, la calidad del egresado, será sin duda alguna, dotado en ausencia e ignorancia de ideas básicas, fundamentales y la incapacidad para la coherencia y la síntesis.

¿Qué hacer ante el maremágnum de graduados de nuestras escuelas de derecho? Por lo pronto, un estudio normativo y sociológico, tal como lo propone el profesor J.M Ocando, en su obra “Estudios de Filosofía del Derecho”.

Rafael Córdova. C

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