En el siglo XX, Venezuela no fue un país con cultura migratoria. Hoy, en por lo menos 96 países del mundo, hay venezolanos. Estados Unidos, Canadá, Australia, Panamá, Chile, Ecuador, Uruguay y España son algunos de los destinos que los compatriotas consideran al momento de hacer sus maletas y convertirse en emigrantes, lo que equivale a 5% de la población (cifra basada en 30 millones de habitantes) del país, según el sociólogo Iván de la Vega (UCV), quien desde el año 1995 realiza estudios sobre tendencias migratorias.
Oscar Hernández Bernalette, ex ministro de Relaciones Exteriores, reveló a un medio nacional, que para 2015 al menos 1.600.000 personas se habían ido de Venezuela. “Para una nación de 30 millones de habitantes representa un número muy alto, si tomamos en cuenta que 3% de la población mundial es emigrante. Estamos por encima de la media mundial”, explicó.
Anteriormente, quienes decidían salir de Venezuela se planificaban con una base económica y familiar que les permitiera emprender el nuevo rumbo, actualmente emigran más y se planifican menos.
“Existe una gran ignorancia con la realidad de la nueva inmigración de los venezolanos en el sur de la Florida; uno tiene que ser solidario y de verdad abrir el corazón y ayudar, porque en este momento están llegando cientos de familias y no los estamos mirando”, declaró Patricia Andrade fundadora de Raíces Venezolanas, una iniciativa de la ONG Venezuela Awareness, que brinda ayuda a estos inmigrantes suramericanos con grandes limitaciones económicas en Miami.
Emigrar no es fácil
Muchos venezolanos achacan la decisión de salir a un impulso emocional motivado por lo que ocurre en el país, y por lo general las razones están relacionadas con la inseguridad, un empleo mejor remunerado, seguridad jurídica, calidad educativa y estabilidad económica.
El exministro de Relaciones Exteriores añade que toda migración conlleva una transición emocional personal y familiar, un proceso de adaptación que dependerá de la persona, de sus recursos y capacidades.
Dato importante
Más del 51% del total son profesionales con especializaciones, postgrados, maestrías o doctorados. Esto representa una pérdida importante del capital intelectual.
Para conocer un poco sobre la realidad de la denominada Diáspora, se logró recopilar historias y experiencias relatadas de sus propios protagonistas, quienes de manera voluntaria decidieron darle vida a este trabajo.
Testimonios
Merly Rojas, residente de Judibana municipio Los Taques de Paraguaná, emprendió un nuevo camino hacia Houston en febrero de 2015, motivada por su esposo, pues las esperanzas de superación en su país natal agonizaban pese a la desmotivación laboral, los altos niveles de inflación y los conflictos sociopolíticos que parecían no acabar.
“Estoy en el imperio… aquí soy feliz”
Fueron las palabras del esposo de Merly, a su llegada al país norteamericano, con visas de turistas y una base económica que les permitiría vivir tranquilos al menos por un año -según las cuentas que habían sacado luego de la experiencia vacacional que disfrutaron unos meses antes-, pero no fue así. Todo había aumentado.
La hermana de Merly (otra venezolana que emigró hace 17 años a Houston) los recibió en su hogar, allí vivieron alrededor de un mes, luego alquilaron un apartamento.
Tanto Rojas como su esposo son ingenieros, sin embargo en el país que escogieron como destino todos los trabajos requerían el habla inglesa y no lo dominaban.
Como “repartipizza” y mesonero eran las ofertas laborales para la pareja de ingenieros, ofertas que no quisieron asumir “esto no es para mí”. Pasaban los días y se terminaba la reserva de dinero en el pago del apartamento, la comida y gastos adicionales, lo que desató la negatividad en la familia paraguanera.
Aguanté cuatro meses, aseguró Rojas en entrevista a Cactus24, quien confesó que lo que no le permitió quedarse, no fue la situación de trabajar en algo que no tenía que ver con lo que había estudiado, sino la soledad: la falta de los viejitos (sus padres), expresó.
“La gente dice: me voy para Estados Unidos, pero no es fácil, allá tienen otra cultura, tienen otra forma de criar a sus hijos, otra manera de vivir. Nosotros no existimos para ellos, son muy clasistas”, narró la paraguanera.
Para Merly, quien decida irse debe tener: una base económica y una base familiar muy fuerte para soportar lo que te viene. “Si llegas con una base tambaleando, no te ayuda en nada». Es preferible, escoger un país latino donde podamos llegar a ejercer nuestra profesión, continuó la ingeniero.
Emigrar significa olvidarte de su familia. Muchos dicen hago dinero y puedo venir; es mentira porque resulta muy costosa la vida, ganas en dólares pero lo mismo que ganas lo gastas.
Sacrificio familiar
“Tuve que divorciarme luego de siete años de casado para que mi esposa y mi hija se puedan ir a Houston en busca de una economía estable y mejor calidad educativa. En dos meses se van y pasaré diez años sin ver crecer a mi pequeña ¿Vale la pena? No lo sé, pero la educación en Venezuela está por el piso y no queremos esto para nuestra hija”.
El testimonio pertenece a un hombre de 35 años, funcionario público, quien prefirió mantener oculta su identidad.
La decisión de salir del país la tomamos dos años después de casados, ya había nacido nuestra bebé y con ella las colas, recorte de cupos Cadivi, la inseguridad y el desempleo. No nos fuimos en ese entonces porque no tuvimos los reales a la mano, contó.
Su esposa, es ingeniero en sistemas y prestó sus servicios a una importante empresa petrolera del país en la península de Paraguaná, cargo al que renunció por razones políticas. Ella y su hija de seis años se marchan a Houston en dos meses aproximadamente con el apoyo de su suegra quien está asumiendo la mayoría de los gastos.
“A mis 35 años, luego de tener una familia completa, debo empezar de cero por una mala economía del país que nos derrumba los sueños de superación en nuestra tierra”, sentenció.
Aprovecharé mi juventud…
Soy la segunda de 4 hermanos. Mi hermano, el que me sigue, está en la universidad y el otro va para 5to año de bachillerato, yo siento el deber de aprovechar mi juventud para poder ayudarlos. De saber que van a clases y que sí, sí van a regresar. Ya los han robado, amenazado y necesito ayudar para traerlos al exterior a que vivan su juventud, a estudiar donde quieran, a ser jóvenes principalmente. Que conozcan lo que es trabajar en lo que sea y poder alimentarse sanamente.
Esta es la historia de Gerardine Bracho, Comunicadora Social zuliana de 25 años de edad, quien emigró a la ciudad de Quito- Ecuador. En mi país de nada vale tener el curriculum vitae que quizás pueda tener porque eres profesional, ejerces tu carrera y te pagan un mísero sueldo que se pierde en una inflación indignante. Es insoportable trabajar para gastar solo en transporte diario. Además, un empleo ejerciendo no genera ingresos, sino gastos, certificó Bracho.
La joven comunicadora decidió Quito, “porque es relativamente más fácil, si eres profesional, gestionar tus papeles para una visa permanente e indefinida, con la que puedes pedir a tus familiares directos. Otra ventaja es que aquí la moneda es el dólar y es más rentable al hacer cualquier tipo de transacción para ayudar a mi familia. Llegué a un hostal y sigo allí es más económico porque no piden garantía, mientras conocía las zonas, los sectores. Ya estoy buscando arriendo. Aquí, si dos personas ganan el sueldo mínimo pueden alquilar apartamento, comer y vivir tranquilamente.
En relación al trato de los ecuatorianos aseguró, que no importa si eres venezolano o no, son las costumbres de acá. No todos los países y no todas las personas son tan cálidas como nosotros, pero no me ha ido mal. La gente comprende nuestra situación y sabe el tipo de personas que somos, a diferencia de los cubanos y los colombianos que no son muy bien vistos acá.
La orientación es fundamental para no fracasar
Hay muchos venezolanos que salen del país queriendo ser quienes eran allá y lamentablemente eres nulo porque no eres un nativo del lugar. El ingeniero sale a lavar carros, el arquitecto de mesonero, la licenciada de todera, esa es la realidad. Por ahí se bebe comenzar por prepararse mentalmente a hacer lo que sea mientras se consigue algo mejor, compartió Gerardine, al tiempo que aconsejó a quienes están pensando en salir a que abran sus mentes y acepten la oportunidad que tienen.
Al ser consultada sobre su mayor sacrificio para poder salir, dijo: Mi mayor sacrificio es poner en venta el apartamento que tanto nos costó y lo peor es que al cambiar la devaluada moneda venezolana al dólar no te da para nada en otro país. Vender las cosas para residenciarte. Cambiar por lo que luchaste para ser otro inmigrante más.
Luismaly Mavares Lugo CNP: 21.148
Fotos: Cortesía/Keren Morales
Cactus24 (09/06/2016).